jueves, 31 de diciembre de 2009

Llevo planteándomelo años...

ÉL NO TIENE NOMBRE. Solo espadas.

ÉL NO TIENE PAZ. Solo guerra.

ÉL NO TIENE FELICIDAD. Solo spleen.



Pero por encima de todo él

Nunca pierde...


Próximamente... En El Ghetto de los Románticos.

viernes, 18 de diciembre de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.14: Levántate y Mata

Hace años:
-Lo que haces… Es genial.
-Hace daño…
-¿Y?

Ahora:
Levántate. Vamos, levántate. ¿Vas a quedarte tirado en esta cueva para siempre? ¡Tienes que encontrar a esa puta y llevártela lejos! Eso es; despacio. Escupe. Límpiate la sangre de la boca. Espera, escupe un poco más. Listo.

Hace años:
-Ahora que tienes ingresos… ¡Vayámonos a vivir juntos!
-Bueno… Está bien. Pero te advierto que…
-Nada, nada. Ahora mismo.

Ahora:
Necesitas tu uniforme. Está en el armario, ¿recuerdas? Espera… Espera unos segundos y el mareo se irá enseguida. Bien, vale, cógelo y prepárate para mancharlo un poco. Vístete. Bien. Sal de tu casa. Esa casa/cueva que nadie va a arrebatarte nunca. Ni Maestro de Sangre, ni Luci, ni esos lunáticos de pajarita. Vas a enfrentarte a todos. Ganarás y lo sabes. ¡Ponte en marcha ya! Te llevará mucho tiempo llegar al centro, y todavía debes encontrarla. ¿Dónde estará?

Hace años:
-¿De verdad quieres que vivamos en esta mierda?
-Bueno… Solo por seguridad, ya sabes.
-¿Qué seguridad ni que coño?
-No quiero hacer daño a nadie más. Está decidido.

Ahora:
¿Verdad que no han sido tantas horas? Estás en forma, chaval. Ahora descansa un rato. Ese banco en la plaza servirá. La gente te mira pero no se atreve a acercarse. No te conocen. No desean hacerlo. Te tienen miedo, pero necesitan que les salves el culo a la primera de cambio. Son escoria. Pero… ¡Espera! No desates tu furia contra ellos. Guárdala. Alguien tendrá que responder muchas cosas y necesitas tus dotes de… persuasión. ¿A dónde habrá ido?
-Sé a donde ha ido. – Murmuras levantándote de un salto.
¿Si? Pues ya sabes, a correr.


Hace años:
-¡Ja! ¿No me jodas que te largas?
-Si… Todos acaban saliendo de aquí, ¿no?
-¡Yo no! ¿Y por qué coño quieres irte después de todo lo que hemos pasado aquí?
-¿Nadie te lo ha contado? Llevo meses arreglándolo todo… Me voy a vivir con Carlos.
-Hay que joderse…

Ahora:
¡Con él! Efectivamente, buen razonamiento. Ve con cuidado; puede que esos Veladores ya estén allí.
-¡Podría estar ya muerta!
No me jodas hombre… Sabes que no van a poder con ella, aunque no quieras admitirlo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

martes, 1 de diciembre de 2009

Ojos de Azul Infinito

Ojos de azul infinito,
voz de cadencia perfecta
encerrada en risa eterna.

Piel blanca de fino lino
que hipnotiza los sentidos,
eres cafeína en vena.

Perfume a orillas del Sena,
todo el potencial que encierras
se expande como un latido.

lunes, 30 de noviembre de 2009

trageDy

Era muy guapa. Era tan insultantemente hermosa que hacía llorar a las estrellas. Era tan indescriptiblemente bella que un día mientras amanecía había enamorado al Sol recién levantada, con lo cual la Luna le había retirado la palabra a ambos; así pues, el Sol empezó a brillar más en verano, pero las noches se volvieron ligeramente más tristes.

Tal vez no se había dado cuenta de un hecho importante; la perfección de su sonrisa era un violento bofetón para quien planease abordarla. Y por eso estaba sola. Y por eso las nubes lloraban. Pero no se escuchaba el repicar de las lágrimas; allí dentro no había más que ruido. Caos cacofónico de voces, vasos y música que no permitía pensar. Se dejaba llevar entonces. ¿Para qué hablar a quien no va a escuchar? ¿Para que escuchar a quien solo va a balbucear?

Y acababa mal. Era así de irremediable. No por ella, sino por ellos. ¿Era el lunar de su perfecta y deseable mandíbula o era su genialidad general en el diseño? Podía ser en un gran porcentaje, pero en lo que sobraba era simplemente la gilipollez de ellos. Simple y llanamente. Los cuerpos no conversan, piensan. No quiero que los cuerpos conversen, les da miedo. Y entonces siempre se acaba. No lo sabe, no quiere, no cree saberlo, pero mejor así. Y mientras sus ojos siguen ineludibles…

lunes, 23 de noviembre de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.13: Cierra los Ojos

Hace años:
-Cierra los ojos.
-Bueno… Vale…
-Dame la mano. Prepárate. Tres, dos, uno… ¡Ya!
-¿Estoy… estoy… volando?
-Casi. Abre los ojos.

Ahora:
-Vale, bien, explícame todo lo que está pasando o está por pasar.
-¡No hay tiempo! ¡Coge todo lo que puedas, nos vamos!
-¿Qué? Y una mierda.
Ella, sollozando, miraba fijamente los ojos fríos y distantes de él.
-¿Qué dices? Van a encontrarnos, tenemos que ir y…
-¡Dime ya quien coño es esa gente! ¡No voy a hacer nada hasta que sepa que pasa!
Ella resopló, y se sentó en el borde de la cama que se disponía a abandonar tal vez para siempre, entonces dijo:
-Bueno… Yo tampoco sé quienes son, solo que van a por nosotros. No es la primera vez, he visto como trabajan, son profesionales.
-Pero utilizan armas. No son como yo.
-Tú no eres profesional.
Él enrojeció de ira. Se acercó, para levantarla bruscamente tirándole de un brazo y le susurró:
-Soy poseedor de un poder inimaginable que ellos nunca tendrán ni comprenderán. Soy El Silencio, no lo olvides.
-Me haces daño.
-¡Me la suda si te hago daño! Esto te está superando, ¿entiendes? Pero a mí no. Voy a reventarlos contra cualquier pared, y si van a venir a esta cueva será contra estas paredes.
-Te digo que me haces daño. – Decía mientras forcejeaba.

Hace años:
-¿Qué te ha parecido?
-Ha sido la experiencia más grande de mi vida.
-Eso está bien.
-Te quiero.

Ahora:
-¡Suéltame de una puta vez, joder!
Él la soltó. Cayó al suelo entre espasmos. Tosía. Tosía. Tosía… Hasta que de repente empezó a toser sangre, mientras intentaba decir algo, seguramente muy insultante o agresivo.
-Oh mierda… No… No puedo pararlo… ¡Mierda, no puedo pararlo! – Y, gritando de esta manera, Lucía Lagos; Invierno Nuclear; salió corriendo de su hogar, con lo puesto, cogió el coche y aceleró, dejando al Silencio callado…

jueves, 19 de noviembre de 2009

¡Promo IV Reich!

¡Escúchala o arde en Dachau!
http://blip.tv/file/get/EXCIDIVMFERO-PromoCuartoReich374.mp3

jueves, 12 de noviembre de 2009

He Vuelto al Arte Sin Fallo

Los versos están contados,
deshecha mierda pretérita,
he vuelto al arte sin fallo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Morirme de amor

El humo encharcaba sus pulmones enamorados. La noche camuflaba sus desgracias. Como siempre, caminaba cabizbajo pensando.
-¿Qué harás hoy? - Le habían preguntado.
-Ná, ya sabes, lo de siempre; leer un rato, salir a pasear, tal vez ver una película, morirme de amor...
Y se arrojó.

viernes, 30 de octubre de 2009

Hablo de usted, y espero que no tenga constancia de ello

La veo pasar con su sonrisa y/o su cara de circunstancias. Que divertida, no sé con cual de las dos quedarme (¡con ambas, una a cada minuto!). Y hace gracia pero tengo miedo, con esa mirada escondida, esa mirada tan interesante. Esta vez no vuelven como siempre las Oscuras; esta vez será el balcón el que irá a posarse sobre ellas. ¿Qué opinará el poeta de esto? El poeta está muerto y ya no opina. No culpes a la tuberculosis (¡asesina de genios!), si no hubiese sido ella, el tiempo lo habría matado. O tal vez el suicidio, como a todo buen artista.


P.D: El primer paso: negación.

miércoles, 28 de octubre de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.12

No se lo podía creer. No se podría decir que la conociese, pero era increíble de todas formas. Alguna vez había coincidido con ella en la cafetería del hospital, hola y adiós, poco más. ¿Ahora? Ahora había un montón de gente armada buscándola y ella había saltado por aquella ventana. Intimidante. La asustada enfermera consiguió avanzar hacia dicha ventana, para ver que no había un par de cuerpos sanguinolentos destrozados contra el asfalto. Solo unos cuantos tipos trajeados, con curiosas pajaritas, portando armas, que trataban de incorporarse. Nada más. Debería parecerle raro, pero acababa de llegar a la conclusión de que nada podría volver a sorprenderle, aunque no hacía ni dos minutos del momento más asombroso de su vida. Aquella chillona reportera de televisión tenía razón, Invierno Nuclear había estado allí, acompañada además por El Silencio. ¿Cómo debía tomarse ella esto? La gente empezaba a tener una opinión formada sobre el hecho de que un par de personas disfrazadas, fueran repartiendo justicia desinteresadamente en forma de golpes, pero ella no era una de esas personas. Ella era de la minoría que no creía o no quería creer en ellos. Tal vez pensaba que eran algún invento publicitario para una próxima película. Tal vez pensaba que era una invención de borrachos o de niños en un patio de colegio.
De repente uno de esos hombres de curiosas pajaritas asomó por la puerta, la miró, frunció el ceño, le disparó en ambas rodillas, y se marchó.
Gritar no valdría de nada por el momento, pero lo hacía. Mientras se desgañitaba seguía dándole vueltas a la cabeza. Había visto las caras de dos… podrían ser llamados superhéroes, como argumentaban algunos canales de televisión o emisoras de radio que ella no había escuchado nunca. ¿No se supone que eso no debe pasar? Es decir, para eso se cubren el rostro, ¿no?
Fuera del cuarto se escuchaban más disparos y más gritos. Los mismos gritos se prolongaban, así que no debía haber muerto nadie.
Ella se estaba empezando a desangrar por las rodillas, pero no era capaz de pensar en eso, aunque seguía chillando. Tenía la sensación de haber conocido, por breve espacio de tiempo, a alguien increíble. Y eso le parecía muy malo. Llegó a la conclusión de que por culpa de aquella mujer dos balas habían atravesado su cuerpo, lo cual le hizo recordar cuanto le dolía, y esto a su vez le hizo redoblar sus esfuerzos en llamar la atención de alguien por medio de su poderosa garganta.
En la entrada del hospital, aquellos hombres trajeados y armados (de curiosas pajaritas) comenzaban a marcharse, disparando supuestamente al azar a extremidades de los que allí se encontraban. Sin embargo, el foco de la acción se encontraba en el suelo rodeado de una gran mancha de sangre. Tenía la cara desfigurada por un disparo de un arma de calibre medio y hacía no más de cinco minutos era todavía el director del hospital, lugar de la acción. La gente que se encontraba por allí estaba hecha un manojo de nervios. Casi todos miraban fijamente el cuerpo inerte de aquel hombre. Les daba asco, pero lo miraban de todas formas. Algunos comenzaron a vomitar, sin dejar de contemplar el truculento espectáculo de la carne quemada y la sangre derramada. Nadie se atrevía a moverse; esos hombres podrían seguir allí. Era eso, o la sangre demasiado hipnótica como para apartar la vista. Sin embargo alguien debía dar el primer paso; alguien que hubiese escuchado la cortísima pero intensa conversación entre aquel muerto y su ejecutor. Ese alguien miró a su alrededor, y vio gente sufriendo, sangrando, sollozando o llorando directamente. Ese alguien dio un fuerte paso al frente y exclamó:
-¡Todos sabemos de quien es culpa todo esto! ¡Todos sabemos que si esos malnacidos aficionados al carnaval no hubiesen estado aquí nada de esto habría pasado! ¿Quién está conmigo?
Alguna gente asintió temerosa, mientras otra permaneció callada o sangrando. Este alguien prosiguió su alocución, reseñando violentamente el peligro que representaban aquellas dos misteriosas figuras para el común de la población santiaguesa y mundial en general. Más y más gente empezó a unírsele con vítores y aplausos. Mientras él seguía, una chica bastante joven dio un paso al frente, temerosa y comenzó a hablar excusándose:
-Perdón… Me gustaría decir algo. – Todos se volvieron hacia ella al tiempo que aquel hombre interrumpía su discurso – Hace unos días… El Silencio impidió a un hombre violarme. Le estoy agradecida por ello.
Inmediatamente una pareja de ancianos hablaron:
-La semana pasada Invierno Nuclear atrapó a unos hombres que nos habían atracado.
Todavía había más:
-¡El Silencio me salvó de ser atropellado!
-¡Invierno Nuclear redujo a un perro que iba a morder a mi hijo!
-¡Son una amenaza! – Explotó el hombre, enfadado por la interrupción en su discurso - ¿Es que no lo ven? ¡Esos hombres entraron aquí buscando a esa horrible mujer y dispararon contra todos nosotros! ¡Miren a su alrededor, por amor de Dios! ¡Están ante una masacre indiscriminada!
De repente alguien con un tiro en una pierna, que se encontraba en el suelo, se incorporó ligeramente y afirmó con la voz debilitada por un intenso dolor:
-El Silencio e Invierno Nuclear detuvieron una pelea en mi local. Nadie se lo pidió, pero lo hicieron.

martes, 20 de octubre de 2009

Durante esos días el hombre buscará la muerte, pero no la encontrará: buscarán morir, pero la muerte les escapará.
Apocalipsis 9:6

viernes, 9 de octubre de 2009

Joan Bennett, cásate conmigo

En serio, resucita para que pueda convertirte en la madre de mis hijos.

Eres un amor. O lo fuiste.
¿Qué más da? Siempre lo serás.
Fritz Lang lo sabía, y Fritz Lang era un tío listo.

Clases de divagación

Si.
Molan.

sábado, 3 de octubre de 2009

Todo va a terminarse.
Espero que no, pero vamos, que si.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Este viernes fui al hospital de donde nuestra querida Invierno Nuclear ha estado ingresada y he visto desde fuera la oficina en la que trabaja. Me he emocionado.
Tiene una cortinilla azul en la puerta.

martes, 15 de septiembre de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol. 11: Los Veladores

Tenía que pensar rápido. Muy rápido. ¿Qué iba a decirle? De repente lo supo:
-Verá, he sido yo.
Aquel doctor se llevó las manos a la cabeza.
-¿Usted?
-Si… Lucía y yo tenemos una… ¿Cómo decirlo? Relación sadomasoquista, para que me entienda.
-Quiero que sepa que ahora mismo alguien está preguntando lo mismo a la señorita Lagos, y si no responde lo mismo me temo que deberemos avisar a las autoridades.
De repente se escuchó un disparo. Toda la gente que estaba allí se volvió hacia la puerta de entrada, algunos se agacharon. Por allí entraban una veintena de hombres trajeados, con gafas de sol y unas curiosas pajaritas. Uno de ellos, que había disparado al aire gritó:
-¡Que nadie abandone el edificio! ¡Debemos hablar con el dirigente de este centro!
-Iré a buscarlo. – Se excusó el médico y desapareció tras la puerta de un ascensor.

-¿Qué ha sido eso? – Se extrañaba la enfermera que estaba a punto de interrogar a Lucía.
-¡Un disparo!
Vieron pasar al médico que había hablado con Carlos corriendo. Ella le gritó, preguntando que pasaba. Él se lo explicó apresuradamente desde el marco de la puerta y salió corriendo.
-Oh mierda… Oye tienes que sacarme de aquí. – Rogó ella.
-¿Pero no has escuchado lo que ha dicho? Veinte hombres armados han dicho que nadie puede salir de aquí.
Ella se incorporó en la cama lentamente.
-No hagas esfuerzo, has perdido mucha sangre y necesitas un par de transfusiones más.
-Me estoy asando aquí dentro… Debes encontrar a Carlos y sacarme de aquí.
La enfermera no comprendía nada, así que pidió que se explicase.
-¡Esa gente viene a por mí!
-¿Qué? Dios… estás delirando, voy a buscar al doctor
Lucía la agarró del brazo:
-Espera, por favor. Esto ya ha pasado antes, los conozco. Me pregunto si la gente de afuera estará bien…
La enfermera se apresuró a mirar por la ventana. Asombrosamente no había nadie allí. Hacía tan solo quince minutos allí se hallaban reunidas cientos de personas, pero ya no quedaba ni una.
-No hay nadie.
-Eso es bueno, seguramente sigan vivos…

El director del hospital apareció por el ascensor. Con paso firme se dirigió hacia uno de los hombres:
-¿Quiénes son ustedes?
El hombre lo miró, dejando entrever el desprecio que sentía y dijo, ajustándose la pajarita:
-Hay un noventa por ciento de posibilidades de que Invierno Nuclear se encuentre en el edificio. Nadie saldrá de aquí hasta que nos la entreguen.
-Aquí nadie va a entregar a nadie.
Sin mediar palabra aquel hombre desenfundó su arma y disparó a la cara a aquel pobre hombre, que cayó muerto irremediablemente. La gente gritó. Carlos se echó a correr hacia el ascensor, al tiempo que usaba su poder para sacar a todos aquellos hombres del hospital por la fuerza. Mientras él pulsaba el botón del piso donde se encontraba ella, veinte cuerpos salían despedidos con una velocidad increíble, rompiendo las puertas por la que habían entrado y la pared que la guardaba.

-Vas a explicarme que estás diciendo, Lucía. – La enfermera empezaba a desesperarse.
-Bueno… Soy… ella.
-¿Qué?
-Bueno pues… que soy ella y vienen a por mí.
-¿Eres…?
-Necesito que encuentres a Carlos… por favor.
De repente él entró en el cuarto y gritó:
-¡Nos vamos! ¡Levanta!
La enfermera se interpuso. Él la apartó bruscamente y, mirando a Lucía espetó:
-¡Ya!
Ella se levantó de la cama pesadamente. Vestía la típica ropa de paciente y sudaba mucho.
Él la cogió de la mano y se la llevó hasta la ventana de la habitación. Abrió la ventana y le ordenó saltar. Ella comenzó a temblar, mientras la enfermera cerraba los ojos y se tapaba los oídos.
-Esto es lo que va a pasar, ¿entiendes? Vas a saltar y no me soltarás. – Dijo él, secamente.
-Pero…
No la dejó terminar, con ambas manos la empujo. La obligó a tirarse de un tercero. Poco antes de que su cabeza chocase contra el suelo se elevó repentinamente y vio a Carlos caer sobre ella. A penas se habían tocado cuando salieron impulsados hacia delante. Y se impulsaban. Y se impulsaban. Y se impulsaban… Cada impulso era menos violento, y eso les hacía ir perdiendo altura. Cayeron al suelo desde una altura de un par de metros aproximadamente, en el asfalto del aparcamiento del hospital.
-¡Al coche! – Ordenó él, aún sin haberse levantado.
Ella se había partido un labio. Se levantó como pudo. Le dolía casi todo. Entraron en el coche, que arrancó rápidamente, dispuesto a salir del lugar. Se dirigían a la cueva. A casa. Cuando faltaba poco para llegar él por fin habló:
-¿Quién coño es esa gente?
-Bueno… No lo sé… Se hacen llamar Los Veladores.
-Se ve que te conocen, ¿en qué mierda andas metida?
-En nada… Yo… Ellos fueron los que acabaron con El Refugio…
De repente sonó un teléfono móvil. Ella contestó, temerosa:
-¿Si?
-¡Hola! Curiosamente he encendido la tele y he visto que estás malita. ¿Qué pasa?
-Oh… Hola Maestro… Fui apuñalada…
-¿Qué? Mierda, voy a verte ya.
-Ya no estoy en el hospital verás…
-¿Qué? ¿Ese cabrón no te ha llevado al hospital realmente? Joder esa gente está ahí por nada, es grandioso.
-No, no…
-¿Qué ha pasado?
-Bueno… El hospital ha sido atacado por Los Veladores…
Carlos arrebató el teléfono bruscamente a Lucía y chilló:
-¡Si sabes algo de esto te destrozo, hijo de puta! – Y colgó.
-¿Qué? Maestro de Sangre no tiene nada que ver. Su Refugio fue atacado.
Él la miró seriamente. Apagó el teléfono y lo tiró hacia el asiento de atrás.
-Estás paranoico…

sábado, 12 de septiembre de 2009

Y me marcho y me vacío. Y el corazón me duele,
pero un poquito menos.
No sé... pienso y...
descubro que soy un puto egoísta de mierda que merece morir brutalmente asesinado.
Me alegro de que no obtendré nunca lo que deseo.
O no me alegro, yo que coño sé.

domingo, 6 de septiembre de 2009

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un poco de Romanticismo... (ya era hora en un blog con este nombre)

Los truenos de la irrepetible tormenta reflejaban su dolor. Olor a lápidas y cipreses mojados fluia en el nocturno ambiente del camposanto de aquel monasterio derruído. Él, pistola en mano, suspiraba y maldecía a los cuatro vientos, con gritos más poderosos que el martillo de Thor y más agudos que el batir de alas de Mercurio. No entendía del todo el por que, pero había sangre en sus manos. Y debía pagar. En un ataque de ira había asesinado a aquel hombre que tanto lo odiaba. Llegó a creerlo correcto, hasta que ella se marchó a llorar desconsolada la tumba de su padre. Ahora él está solo en en cementerio de este monasterio grande y decrépito, gritándole a la misma lluvia y contemplando el mar embravecido contra las afiladas rocas en frente suya. Así que sostiene la pistola frente a su sien, invoca en susurros el nombre de su amada perdida.
Y muere.

lunes, 31 de agosto de 2009

Un poco de noir...

Caminaba por la concurrida avenida. La lluvia empapaba su gabardina y su sombrero, convirtiéndose en una retorcida metáfora del estado de su corazón y su rugiente estómago. Creía haber dejado el alcohol. Pero también creía haberla dejado a ella. Ella y sus rojos cabellos. Solo quería llegar a casa, quitarse la gabardina y dormir. Pero no iba con prisa. Rezaba para no soñar con esa melena pelirroja. Solo quería vomitar; el whiskey y todo lo que tenía que ver con ella. Maldición, el whiskey tenía que ver con ella. La cabeza martilleaba como una máquina de escribir de Chicago. La última canción escuchada en aquel local retumbaba en sus sienes. Se maldecía a si mismo por haber aparecido por allí, maldecía la bebida, maldecía al camarero que se la había servido, maldecía la lluvia, maldecía a sus húmedas ropas, la maldecía a ella, la deseaba a ella.

Desde luego no creía encontrarse sentado en la cima del mundo.

Pero la maldita canción no dejaba de restallar como un látigo directo a sus sienes.

lunes, 24 de agosto de 2009

Llegamos a los 1000

Aún no sé por que, pero vale, gracias.
Un abrazo a todos a los que pueda interesarle todo esto.

Nebulosa cotidiana

Despacito, y paso a paso, siempre cuidando de no tropezar contra algún retazo de inquietud, me trato de adentrar en esa abandonada parte que embriaga cada suspiro dirigido directa o indirectamente a mi. Asustada por si se dan cuenta, cierro los ojos y me sumerjo en mi propia inestabilidad, sustentada por una extraña felicidad que sólo aparece -tímida-de vez en cuando, y sorprendentemente bajo el recuerdo de la desilusión de no saber quien soy, conociéndome mejor que nadie.

Amargos pensamientos que profundizan en las heridas que creamos al caminar una y otra vez sobre la misma idea intermitente, que no termina de escapar porque sigue (quizás) atada con los grilletes de nuestra teatralidad.

Siento que no sentimos nada, que un vacío nos recorre la piel y acaba cayendo a un pozo que está entre el corazón y el estómago, y aunque creo que ahí no hay nada, siempre hay un aleteo que golpea fuerte, fuerte recordándonos que no se quiere ir. Se que ese sentimiento no quiere quedarse, pero las ventanas están abiertas, ¿Por qué no escapa? Quizás la caída sea demasiado alta para seres tan frágiles, o puede que sólo sea capaz de mirar para sí, que tenga miedo de la soledad y que por mucho que griten, nadie les va a escuchar.

sábado, 22 de agosto de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear: Especial vol. 10

El despertador sonó, así que ella se precipitó hacia la mesilla de noche para apagarlo rápidamente, pues no deseaba despertar a su pareja. Se levantó procurando no hacer ruido. Estaba desnuda, en toda su curvilínea perfección. Se desperezó y se dirigió hacia lo que se convertiría con el tiempo en un improvisado gimnasio, aunque por ahora se trataba tan solo de un cuarto vacío. Allí comenzó a intentar dar volteretas en el aire. Se cayó. Necesitaría más práctica, pero decidió ponerse a hacer flexiones. Llevaba ejercitándose de esta manera unos diez minutos cuando otro despertador sonó. Y se apagó.
-¿Qué haces? - Él se había levantado y la observaba desde el marco de la puerta.
-Pues… - Explicó, deteniéndose e incorporándose – he llegado a la conclusión de que si voy a seguir haciendo esto debo ejercitarme. Para pegar a los malos y todo eso… ya sabes.
Él suspiró y dijo:
-A ver… Tienes unos grandes poderes. ¡Úsalos! ¿Para qué necesitas esto?
-Ese es el problema, son demasiado grandes. – la cara de su pareja mostraba una expresión desconcertada – Si… Mis poderes no sirven para nada bueno, solo para hacer daño.
-Joder, haz lo que quieras, me voy a desayunar.
Ella, tras preguntar la hora, salió de aquel cuarto y se vistió con un pantalón corto y un top, dispuesta a acompañarle en su desayuno.
-Recuerda, al salir del trabajo nos vemos en la zona vieja, donde te dije. – Dijo él al tiempo que untaba una tostada de mantequilla.
Ella asintió, al tiempo que sacaba una cerveza de la nevera. Le dio un trago mientras él se bebía un café muy caliente.
-¿No tienes mucho calor como para beber eso?
Él negó con la cabeza, cuando terminó se dio una ducha y se vistió. Antes de salir por la puerta le dijo:
-¿Sabes? He estado practicando mi habilidad y me noto más poderoso, quiero decir, esto mejora con la práctica. – E inmediatamente salió.
Ahora se encontraba en un bosque. Miró hacia atrás, a la cueva de la que había salido y se encogió de hombros. Inmediatamente después se dirigió hacia su coche, que estaba aparcado por allí cerca, y se dirigió al trabajo esperando que no hubiese mucho atasco. Media hora más tarde ella atravesaría el bosque hasta llegar a la ciudad y coger un autobús hacia el hospital donde trabajaba. Odiaba ese trabajo, pero era necesario.

En otra parte de la ciudad alguien se repetía mentalmente a si mismo que debería dejar de fumar por el bien de su cáncer de pulmón. Encendió un puro haciendo acopio de su poca fuerza de voluntad y se lo llevó a la boca. Miraba unos informes que llevaban semanas dándole problemas. En la pequeña oficina en la que se encontraba entró un policía que dijo:
-Sargento, alguien quiere verlo.
-¿Quién?
-La prensa. Creo que quieren información… sobre ellos, ya sabe.
-¿Ellos? ¡A la mierda! Yo también necesito información. – Chilló arrojando los documentos, levantándose y saliendo de la oficina.
Allí le esperaban un cámara y una reportera que le puso el micrófono en la cara. Él, en cólera, se lo arrebató de las manos y, mirando a cámara estalló:
-¿Quiénes son? ¿Por qué hacen esto? ¿Cuánto tardarán en dejarme sin trabajo? Mierda, quiero saber donde están para llevarlos a la cárcel. No hay más declaraciones. ¡Largo!

Ya había llegado al trabajo y se encontraba sentado, aburrido, mirando unas pantallas. Odiaba el turno de mañana. Nunca pasaba nada. Nadie robaba por las mañanas, y su trabajo consistía esencialmente en dar parte a la policía cuando alguien entraba sin ser invitado en casas que habían contratado los servicios de la compañía para la que trabajaba. En mañanas como esta pensaba en quedarse dormido y mandarlo todo a la mierda, pero la esperanza de ver como rompía la cara de alguien contra alguna pared una vez saliese de allí le mantenían despierto, absorto, llegándole a parecer que el tiempo no transcurría.

Ella, sin embargo, estaba ardiendo por dentro. Si bien es cierto que se encontraba sentada en un cómodo sillón de un despacho bastante espacioso, estaba soportando el relato de un hombre que narraba con un tono de voz bastante indiferente como había violado a unas quince mujeres e intentado hacerlo con otras seis. El relato estaba lleno de detalles, como si el hombre se recrease en sus crímenes. Ella escuchaba, sin dejar de mirar nerviosamente el reloj que tenía sobre la mesa, y de vez en cuando hacía algún comentario.
-Fuera. – Espetó secamente cuando el reloj hubo llegado a media mañana.
Ahora le tocaba una víctima. Eso era peor. Se echaría a llorar y tendría que consolarla, teniendo cuidado de no emocionarse demasiado y no producirle un cáncer o matarla de frío sin querer. Era muy duro.

Las horas habían pasado y ambos se habían encontrado en una de las plazas que rodeaban una imponente catedral. Él llevaba un maletín y se había puesto una gabardina. Decidieron no hablar de lo deprimentes que habían sido sus respectivas jornadas de trabajo. En vez de eso miraron alrededor. Era hora de comer, no había nadie por allí. Él abrió el maletín y extrajo una capucha que, gracias a una cremallera, se adaptó al cuello interior de su gabardina. También sacó una máscara de plata sin más rasgos que dos agujeros para los ojos y se la colocó. A ella le entregó una gran peluca de pelo verde y liso y lo que parecía una máscara de peligro biológico con el plástico recortado, así que solo tenía tapadas boca, nariz y parte de la mandíbula.
-Vamos. – Dijo él y ambos asintieron, al tiempo que se movían a la plaza de al lado.
En dicha plaza unos cuatro hombres se encontraban alrededor de una fuente de piedra que coronaba el lugar. De repente todos ellos se cayeron dentro, al agua, golpeándose tanto con los adornos de la fuente como con el fondo. Cuando sus cabezas asomaron, esperando ver que les había pasado, se encontraron cara a cara con ellos. Uno dijo, desafiante:
-Coño, El Silencio y su chochito. ¿Qué queréis de nosotros, payasos?
Invierno Nuclear miró a los tres con una mezcla de ira y compasión por lo que les quedaba por sufrir, y dijo:
-Por ahora queremos que os vaciéis los bolsillos, camellos de mierda.
Los cuatro se echaron a reír y, cuando se dispusieron a salir de la piscina salieron volando hacia el tejado del edificio de enfrente, una vez allí parecieron ser empujados al duro suelo de piedra. Perdieron dientes, sus narices sangraban y alguno se había roto algún dedo, así que gritaban.
-Está bien, sabemos quienes sois, así que entregadnos el material o convierto esta plaza en el puto Chernobyl.
Con el estruendo y los gritos, las pocas personas que paseaban por las cercanías se acercaron a ver que ocurría, quedándose sorprendidos y, tal vez, aliviados, de lo que veían.
El Silencio e Invierno Nuclear se apresuraron a acercarse a los que sabían que eran camellos. Vieron que uno de ellos intentaba sacar algo del bolsillo, y cuando ella se agachó a su lado para apresurarse a cogérselo, sintió una punzada y un tremendo dolor en el costado. Tosió sangre y se desplomó. Una gran ráfaga de viento empezó a soplar y cenizas empezaron a acumularse en el aire. Lo que aquel desgraciado había sacado no era droga, sino una navaja, que había hundido en el cuerpo de la chica. Todos empezaron a tener frío, mucho frío. El Silencio no podía creérselo. Por un instante todo pareció detenerse para él. De repente las cabezas de los cuatro hombres se estrellaron violentamente contra la pared que tenían detrás, dejando manchas de sangre y haciéndolos caer inconscientes. Ella a su lado intentaba hablar. Intentaba detener la catástrofe. Intentaba parar el viento. Intentaba hacer retroceder la ceniza. Intentaba que las temperaturas no bajasen más. En definitiva, intentaba no hacer honor a su nombre. Él se apresuró a cogerla para llevársela de allí. Los curiosos se aproximaban cada vez más. Lo ponían nervioso. Lo ahogaban. No le dejaban pensar. Invierno Nuclear estaba perdiendo mucha sangre. Se echó a correr, al tiempo que gritaba:
-¡Apártense joder! ¡Largo! ¡Apártense! – Y cada vez que hablaba la gente de su alrededor salía despedida en todas direcciones.
La llevó a un callejón donde no había nadie. Tenía que llevarla al hospital en el acto. Destapó su boca y retiró su peluca. Ella tosió sangre.
-Socorro…
-Vale Luci… Vale… Voy a llevarte al hospital, ¿vale? Allí van a curarte y… eso.
Consiguió llevarla hacia el coche. Condujo a toda prisa hasta casi meterse en el hospital con el vehículo. Tras quitarse la gabardina y la máscara salió corriendo llamando a gritos a un médico. Inmediatamente una camilla vino a recogerla y él la siguió, hasta que traspasaron una puerta donde una enfermera lo detuvo diciendo:
-¿Qué le ha ocurrido?
-Herida de navaja, o cuchillo o… joder la han apuñalado.
-¿Tiene familia? ¿La conoce?
-Es mi novia. Soy su familia.
-Oh mierda. – Dijo la enfermera poniéndose nerviosa.
-¿Qué?
-¿Usted es Carlos?
Él asintió, dudando.
-¿Ella es Lucía? – Y sin esperar a que él contestase gritó a la gente de alrededor – Mierda, ¡gente, esa mujer es Lucía Lagos así que vamos a ayudarla pero ya!
Todo el mundo se dirigió hacia donde habían llevado a la chica herida. Antes de desaparecer, la enfermera rogó:
-Quédese aquí por favor.

En la comisaría de policía el tiempo pasaba pesadamente, hasta que un agente llamó a la puerta del sargento. Llevaba a tres detenidos que presentaban contusiones y cortes por todo el rostro. Explicó que se trataban de unos camellos de poca monta que se habían topado con El Silencio e Invierno Nuclear. Que uno de ellos, tras herir con una navaja a Invierno Nuclear se había dado a la fuga. El sargento se levantó exultante:
-¡Bien mierdecillas, a contármelo todo con pelos y señales!
Ellos estaban asustados. Muy asustados. Así lo hicieron. No tenían ganas ni de mentir sobre sus actividades ilegales. Le contaron todo. Con ayuda de la policía concluyeron que si Invierno Nuclear no era invulnerable, y no lo parecía, debía haber acudido a un hospital si no quería morir y siempre que El Silencio no tuviese conocimientos de cirugía básica. El sargento, que se había fumado un puro en cuestión de minutos emocionado como estaba, resolvió llamar al hospital y explicarle la situación al director:
-…y por eso tenemos seria evidencia de que aquella que se hace llamar Invierno Nuclear puede estar en su hospital.
-Eso sería increíble, - Habló el director del hospital al otro lado de la línea – pero no nos consta que haya entrado ningún paciente disfrazado últimamente.
-Entiendo… Pero existen muchas posibilidades de que ella se encuentre ahí…
-Comprendo, pero como usted sabrá no puedo facilitarle información de ningún paciente si no hay evidencia clara.

La voz se había corrido, tanto por el hospital como por la ciudad, y ahora empezaba a correrse por todo el país. Algunas cadenas de televisión y emisoras de radio empezaron a emitir un avance informativo asegurando que la aventurera conocida como Invierno Nuclear se encontraba en el hospital por un profundo corte y que no se conocía su estado.

-Puede entrar a verla. – Dijo una enfermera poco tiempo después.
Carlos corrió hacia el lugar que le indicaron, una pequeña habitación individual. Se acercó a la cama y vio a Lucía sonriente.
-¿Cómo estás?
-Tengo sed.
Ambos sonrieron, y él dijo:
-Joder, pensé que ese cabrón iba a matarte. Voy a salir y lo voy a hacer sufrir. Mucho.
-Quédate aquí, por favor…
Discutieron un poco. Al final se quedó. Tras un rato, y para intentar olvidarse un poco de la situación si es que esto es posible, metieron unas monedas a la televisión del lugar, que tras un chisporroteo se encendió. No podían creer lo que estaban viendo. No podía ser posible.
-Nos encontramos a las puertas del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, donde la policía asegura que se encuentra la mujer conocida tan solo por el sobrenombre de Invierno Nuclear. La policía dice que no puede confirmar estas afirmaciones, pero aún así como pueden ver, una multitud se ha empezado a reunir en torno al centro sanitario, portando flores y pancartas con esperanzas de pronta recuperación a la que consideran la primera superheroína conocida del planeta. La policía, sin embargo, considera a Invierno Nuclear y a su compañero, conocido como El Silencio, como delincuentes buscados por la justicia tras atacar a decenas de supuestos delincuentes y criminales en el transcurso de sus acciones, que la gente aquí reunida llama heroicidades. Vamos a hablar con una de las personas aquí concentrada…
Ambos estaban con la boca abierta, hasta que él susurró:
-Mierda.
-¿Cómo lo han sabido tan rápido?
-¿Y yo que coño sé?
-Bueno… No saben que soy yo, ¿no? Es decir, para los médicos y enfermeras sigo siendo la simpática trabajadora social del centro, ¿verdad?
-Si, si. No sospechan nada.
De repente un médico entró en la habitación, haciendo que un escalofrío recorriese la espalda de ambos.
-Señor… Necesito hablar con usted en privado.
Ambos salieron de la habitación. Poco después entró una enfermera que traía un ramo de flores y, sonriendo dijo:
-Eh Luci, ¿cómo te encuentras? – Miró hacia la tele encendida y procedió a explicar – Esa gente de ahí fuera está convencida de que Invierno Nuclear está aquí, ¿no es emocionante? Han empezado a traer flores y… como no sabemos quien es ella hemos decidido repartirlas entre todas las pacientes que han llegado esta mañana. Aquí están las tuyas.
-No me gustan las flores.
-Venga, si son muy bonitas, mira.
Estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico. Si esas flores llegaban a congelarse y marchitarse de repente iban a saber quien era ella en realidad.
-¡Que no quiero flores joder!
-Está bien, está bien… ¿Puedo hacerte algunas preguntas o vuelvo más tarde?
Lucía se encogió de hombros y trató de incorporarse un poco, lo que hizo que le doliese la herida. Tras hacer que aquella mujer se llevase las flores se dispuso a hablar con ella.

En otra parte del hospital, aquél doctor sacaba un bloc de notas diciendo:
-Y bien… ¿Señor…?
-Caccamo.
-¿Carlos Caccamo, verdad?
Carlos asintió, un poco incómodo.
-Verá señor Caccamo, usted ha afirmado ser la pareja sentimental de la señorita Lagos, ¿verdad? – Carlos asintió – Bien… En el transcurso de nuestra labor con su pareja hemos descubierto que presenta moratones en lugares aleatorios de su cuerpo y…
-¿Oh, joder, no me diga que va a preguntarme sobre eso? Mierda.

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Aquí finaliza el acontecimiento más importante de la década, que no es otro que la publicación de este volumen tan especial de El Silencio e Invierno Nuclear.
Estos personajes, como casi toda mi literatura, surgieron a raíz del título. Un día me levanté con la idea “El Silencio e Invierno Nuclear”; pasaban los días y dicha idea no salía de mi cabeza. Debía hacer algo con ella.
Dada mi creciente afición por los comics de superhéroes se me ocurrió que estos dos personajes podrían ser una pareja disfrazada y con poderes. Se me ocurrió también que podría tratarse como una serie regular con una publicación más o menos continuada, al estilo de dichos comics. Se me ocurrió que no sé dibujar, aunque minutos después se me ocurrió que me importaba un carajo. Tenia (y tengo) grandes ideas para estos dos personajes y quiero contarlas sea como sea.
Empecé a hacerlo y parece que entretuve a un número bastante considerable de gente, lo que me animó a seguir, hasta llegar hasta este volumen 10 que acabáis de leer, pasando por hacer dos numeritos de Maestro de Sangre, personaje que llevaba años rondando por mi cabeza sin saber cuando aparecer, hasta que vi en esta colección (si, llamémosla así) la oportunidad perfecta.
Para este volumen especial estuve barajando muchas ideas clásicas de los superhéroes de comic, como invasiones extraterrestres, problemas entre universos paralelos, enfrentamientos épicos… Pero como quiero convertir a El Silencio y a Invierno Nuclear en algo más atípico y relativamente cotidiano decidí no hacer nada de esto. Se me ocurrió… ¿qué pasa cuando alguien hiere a un héroe con poderes y debe ir al hospital? Y no solo eso… ¿y si la opinión pública se entera? Esto es lo que opté por escribir, como habéis visto, y las consecuencias se irán viendo según avance todo. No voy a venderos que esto va a cambiar el status quo de nuestros personajes, porque seguramente no sea cierto, pero si que será interesante ver como se desarrolla todo.
Por último comentaros que estoy preparando algo largo narrando la juventud de Lucía Lagos, conocida como Invierno Nuclear, y todo lo que le ocurrió para llegar a la blanca cama de hospital donde se encuentra, ya veréis; además quiero agradecer a toda esa gente que disfruta con la lectura de esto, a la personita que más me inspira para la creación de Invierno Nuclear y a Carlos Caccamo y a Lucía Lagos, por darme tan buenos ratos mientras los escribo o pienso en ellos.

viernes, 21 de agosto de 2009

¡Otra romántica más para el Ghetto!



P.D: Quedan muy pocas horas para el acontecimiento de la década... ¡¡¡Especial décimo número de El Silencio e Invierno Nuclear!
En unas horas... ¡el suceso más importante de la década!


Solo En El Ghetto de los Románticos

lunes, 17 de agosto de 2009

Un poco de cyberpunk...2.0

Pidió la tercera copa. De un trago. La tercera de muchas que habrían de llegar. ¿Por qué lo hacía? Quería escapar. De las putas con más piercings e implantes que tetas, y de esa música demencial. Es decir, quería escapar de todo su mundo. El lugar era un agobio en todo su esplendor. Y no era por el garrafón. Sintonizó con unas cuantas putas y pensó que tendrían fibra óptica hasta en el coño. Y esa música lo destrozaba. Se trataba de una sucesión de sonidos sin ritmo ni harmonía aparentes, sucesión seguramente programada por una IA de fabricación hong kongesa. Desconectó del lugar, tan solo para emerger en aquella ciudad de neon donde ya ni siquiera existía la noche. Todo era brillante, todo era ruidoso. Seguramente alguien que seguía utilizando una línea GSM chillaba para que alguien apagase la luz. Tal vez ese era él. Ahora comprendía a las putas con sus implantes.

lunes, 10 de agosto de 2009

Maestro de Sangre (2 de 2): Dame lo Mío

Desde las páginas de El Silencio e Invierno Nuclear llega…
¡¡¡MAESTRO DE SANGRE!!!

La próxima vez debería recordarlo. No puedes llamar a la poli para decirle que tienes un vampiro sin dientes atado y lloriqueando entre la mierda. Quería matarlo y punto.
-¡No! – Chilló, saltando, Maestro de Sangre – No se puede matar al personal así porque si, joder. ¿No ves que morirse de viejo en la cárcel jode más?
Nuestro intrépido habitante de la sucia cueva bajo el bar daba vueltas con expresión pensativa. Visualizadlo como un león en una jaula pero sin el cabreo. O con un poco. O no. Bueno… ¡quién sabe!
-Mira yo paso de moverme, acércame el teléfono.
El camarero así lo hizo, con lo que su extravagante acompañante pudo sacar un papelito del bolsillo y marcar el número que llevaba garabateado en bolígrafo. Espero un tono, dos tonos… y al descolgar preguntó:
-¿Muslitos?
Cuchicheos al otro lado de la línea.
-¿No? Pues me alegro de que no hayáis llegado porque tenemos un problemilla por aquí…
Más cuchicheos.
-Que va, que va. Sigue ahí, lo que pasa es que le ha dado por llorar como una nena… Bueno el caso es que los señores agentes del orden no nos hacen caso y yo como que paso de ir a cargarles el muerto, por así decir.
Más cuchicheos.
-Ajá.
Más cuchicheos.
-Ajá…
Más cuchicheos.
-Mira no me parece buena idea. – Cuchicheos suplicantes – Que no coño, que no meto a eso a vivir en mi cueva.
En esto el camarero se encogió de hombros y salió para la barra. Esperaba que alguno de sus borrachos y/o camioneros habituales se dejase caer por el lugar. Iluso… Si piensa que después de los asesinatos que ha sufrido el lugar va a venir alguien en breve va listo.
-Coño, eso ya me parece mejor idea. – Continuaba nuestro parlanchín personaje principal - ¿Tenéis algo que hacer mañana? ¡Planeemos!
Cuchicheos cansados.
-Venga porfi…
Fin de los cuchicheos. Maestro de Sangre colgó el teléfono, y quince minutos después El Silencio e Invierno Nuclear, ataviados con sus uniformes “de trabajo” llegaban al lugar.
-¿Verdad que es una gran idea? – Invierno Nuclear contenta.
Nuestro inquieto personaje saltaba de felicidad, aunque esto se vio interrumpido por El Silencio que curiosamente habló para decir:
-Si. Una idea casi imposible de realizar.
-¡Oh! No creas colega, ya lo hice una vez, puedo hacerlo dos. El problema es donde…
-Bueno ya encontraremos algún sitio… Además ahora puedes poner a trabajar a ese ser. – Sonrió la persona con el mejor culo de todo el bar.
-En el mismo sitio que el anterior. – El Silencio, lacónico de profesión.
Maestro de Sangre tomó asiento con una teatralidad inusitada. Carraspeó. Comenzó a toser… y tosió sangre. Pidió al camarero un cuchillo, con el que se abrió la yugular, y la sangre que había tosido se fue hacia el corte volando, y este a su vez se coaguló. En el futuro será una de las bonitas cicatrices que probablemente pueblan todo el cuerpo de este colgado. Tras el deleznable y asqueroso espectáculo, dijo:
-Pero si fue atacado y destruido… No le encuentro la lógica ni yo.
El Silencio sonrió bajo su máscara de plata. Nadie pudo verlo, pero así lo hizo, y explicó:
-Por eso mismo. Va a pasar mucho tiempo hasta que alguien vaya allí a curiosear.
-Coño, y parecías tonto. – Se levantó y comenzó a pasearse sin rumbo fijo por el bar. – Puedo empezar hoy.
-Ala, pues suerte. – Espetó El Silencio, levantándose y dirigiéndose a la puerta.
Invierno Nuclear lo siguió y, tirándole de la manga, le dijo:
-Y tú podrías… bueno, instalar un sistema de vigilancia de los tuyos, ¿no?
Él asintió y salió, dirigiéndose al coche, mientras ella se acercó corriendo a nuestro salado protagonista y, quitándose su pequeña máscara le plantó un beso en la mejilla que lo dejaría feliz para las próximas horas, y, antes de marcharse corriendo tras su silenciosa pareja, le dijo:
-¡Voy a querer visitarlo! Joder, voy a querer montar una fiesta ahí. ¡Suerte!
Ya se habían ido, y Maestro de Sangre se tiró rocambolescamente al suelo y, aunque tenía al camarero ahí al lado, gritó:
-¡Tú! ¡Trae a ese cabrón! ¡Vámonos a reconstruir el refugio!



Y así ¿finaliza? Esta tragicomedia jodidamente épica, cumpliendo con lo prometido acerca de traer a Invierno Nuclear de vuelta tal vez un poco en contra de su voluntad. Y como todo fin es un principio, menos la muerte que es el final, estad atentos a las obras del futuramente reconstruido santuario de gente rara. Nunca se sabe que puede pasar.

jueves, 6 de agosto de 2009

Un poco de cyberpunk...

Bosquejó su posición en la ciudad con una rapidez inusitada. Desde luego, su soledad era mucho más alta que todos aquellos rascacielos, y su tristeza brillaba mucho más que todos aquellos neones. Trianguló su posición en el mundo, pero no se sintió allí. Después de todo no es más que un conjunto de señales eléctricas cotorreando en su cerebro, así que tal vez nada es real. ¿De qué preocuparse? Es un melancólico, que se funde entre multitudes de metal para martirizarse más.
Y es que la soledad acompañada te hace sentir todavía más solo.
Y a él eso, aunque no lo admita, le gusta y relaja más que la mierda de cualquier yonki.

martes, 28 de julio de 2009

¡El Invierno está aquí!

Y os ruego hermanos, que miréis los que causan disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; y apartaos de ellos.
(Romanos 16:17)





Lucía Lagos: Cuando Llegó El Invierno
Próximamente...





P.D: Como me mola esto de darle bombo a mi obra.

miércoles, 22 de julio de 2009

Maestro de Sangre (1 de 2): Dame lo Mío

Desde las páginas de El Silencio e Invierno Nuclear llega…
¡¡¡MAESTRO DE SANGRE!!!

-¿Os marcháis ya?
Invierno Nuclear asintió. Claro que se iban, era tarde ya y había que volver a su propia cueva. En el rostro de Maestro de Sangre se dibujó una expresión exageradamente triste, pero de repente sonrió de una forma un tanto desconcertante y exclamó:
-¡Pues entonces debemos mantener el contacto!
Ella sonrió y le dijo que apuntase su número de móvil, a lo que nuestro excéntrico protagonista respondió:
-No te preocupes muslitos, no dejaré que se me olvide, así que dime.
Así lo hizo, y tras las despedidas de rigor, El Silencio e Invierno Nuclear se marcharon.
-Bien… A ver que hago con ese monstruo… Joder, como si yo no fuese un monstruo. ¡Buf! Esto es de coña – parloteaba en la sucia soledad de su gruta.
Se acarició la calva y salió en dirección al bar. Allí seguía aquel camarero, que al entrar exclamó:
-¡Gracias!
-¿Qué? Si yo no lo he cazado.
-Ya bueno… Pasa a la trastienda.
Ambos traspasaron una puerta que había tras la barra. Allí, entre cajas de bebidas alcohólicas, bolsas gigantes de pipas y bastantes vasos por lavar se encontraba el ser que había intentado morder el cuello de muslitos blancos. Seguía, obviamente, sin dientes. Maestro de Sangre pensó tal vez en preguntarle algo, pero inmediatamente lo meditó. No quería esforzarse en entender a alguien que no tenía dientes, así que, en vez de dirigirse a él, pidió un cuchillo al camarero. Este se encogió de hombros y salió a buscar uno, mientras él exclamaba, para si mismo o para el desgraciado que tenía atado a un gran barril de cerveza:
-¡Ahora si que si!
El camarero volvió y entregó el cuchillo a nuestro estrafalario personaje, que dio un pequeño salto, para inmediatamente después cortarse las muñecas, que comenzaron a sangrar copiosamente, al tiempo que el camarero giraba la cara, con una mezcla de miedo y asco.
-¡Dame lo mío pedazo de trozo de… hijo de puta! – Maestro de Sangre saltaba como un histérico.
De repente el ser del suelo empezó a convulsionarse. Cerró la boca instintivamente, como quien trata de reprimir las arcadas… ¡hasta que no pudo más! Su boca se abrió, y de ella surgieron al menos dos litros de sangre que se dirigieron volando como por arte de magia a las muñecas de Maestro de Sangre, donde fueron a introducirse en su agitado e inconsistente torrente sanguíneo. Una vez este macabro proceso terminó, las muñecas de nuestro divertido personaje se cubrieron artísticamente de sangre coagulada.
-¡Joder que poco! Debieron haberte cazado con el estómago lleno… ¡Quiero más! ¿Entiendes? ¡Quiero más! Yo haré algo bueno con todo este zumo de tomate.
Ambos se miraron a los ojos. Aquel asesino miraba a Maestro de Sangre con odio, y este a su vez lo miraba con la perpleja expresión de cuando esos familiares que tan mal te caen vienen de visita y no sabes como deshacerte de ellos y lo peor de todo es que deberías ofrecerles galletitas, pero no tienes así que van a mirarte mal.
-¿Y si lo llevamos a la policía? – El camarero interrumpió el ingenioso torrente de pensamientos de Maestro de Sangre.
-Supongo que es lo lógico… No tiene dientes así que no va a morder a nadie.
-Pero usted no puede presentarse así… - El camarero recorría con la mirada al protagonista, haciendo querer ver que estaba desarreglado y olía mal, pero sin querer decirlo en voz alta por miedo a que le sacase su sangre.
-¡Ja! Pues llámalos y que vengan. ¡Si yo no puedo presentarme, que se presenten ellos!



No te pierdas la continuación de este épico relato, puede que Luci… ¡Invierno Nuclear! Pasee su nevado muslamen por esta epopeya digna de los antiguos poetas grecolatinos.

viernes, 17 de julio de 2009

¿800 visitas?

¿De verdad? Joder gracias. 800 cabrones, como diría el gran Mucho Muchacho.

martes, 7 de julio de 2009

Lo divertido de la entrada de abajo es que no tiene dedicatoria para que no sepas si/que eres tú.
Déjame dormir.
Déjame...
Para no dejar de verte.

viernes, 3 de julio de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol. 9, Sangre; Parte 4: Conclusión

Sal. Aquel olor era un fortísimo olor a sal. El hombre que se les acercaba era larguirucho y parecía llevar la cabeza afeitada. Una gran herida abierta en su frente le chorreaba por el rostro, deslizándose hacia sus ropas, por su color no parecía la primera vez que ocurría esto. Aquel extraño elevó la vista y se la quedó mirando. Y volvió a reír estridentemente. Ellos dieron un paso adelante, al tiempo que el extraño exclamaba:
-¡Lucía! ¡Dame un abrazo, colega!
Ella esbozó una media sonrisa al tiempo que decía, socarrona:
-Joder, no creas que voy a tocarte, das asco.
De repente la herida de aquel hombre dejó de sangrar. Seguía tan abierta como antes, pero había dejado de sangrar repentinamente, además la sangre que chorreaba por su cara comenzó misteriosamente a retroceder hacia la herida, parecía brotar… pero al revés; una vez sobre la herida se metía dentro. Unos instantes después, cuando este proceso terminó, el hombre exclamó:
-¡Ven aquí!
Lucía y ese fenómeno se abrazaron y cuando se separaron ella le dijo:
-Estoy en misión… ya sabes.
-¡Ah! Si, si. ¿Aún sigues siendo Invierno Nuclear? Noto tu uniforme algo cambiado.
Ella contestó:
-Bueno… ahora huele un poco peor. – Sonrió – La verdad es que mi disfraz se compone ahora tan solo de la peluca y la máscara.
-Ya veo… ¡Pero esos muslos blancos como la nieve tuyos siguen medio al aire! – Dijo mientras la recorría de arriba abajo.
El hombre de la gabardina, que había venido con ella dio un par de pasos hasta ponerse en frente de aquel tipo y susurró, en tono amenazante:
-No te pases.
Ella los miró a ambos, y dirigiéndose a su reencontrado colega preguntó:
-¿Te acuerdas de…?
-¡Ah si! – Interrumpió, tendiéndole la mano, que él estrechó.
El extravagante personaje los invitó a pasar al lugar de donde había salido. Era la versión bizarra de un cuarto. Tenía una cama, una pequeña nevera, un ventilador y sangre por las paredes. Los invitó a sentarse en la cama, pero prefirieron quedarse de pie, así que fue él el que se echó.
-Bueno… ¿Y qué haces por aquí?
-Verás Luci… ¡Invierno Nuclear! ¿Recuerdas el refugio? – Ella asintió – Pues al final nos encontraron. Todos tuvimos que irnos, y yo vine a parar aquí. Últimamente estaba tratando de dar caza a un ser que se alimenta de sangre. ¡Sangre! El muy cabrón quería quitarme el negocio de mala manera o algo, ¿sabes?
-Pues ya lo hemos cazado nosotros. – Dijo aquel hombre, callado por lo general.
-¿Si? ¡Me alegro! Aunque supongo que era cuestión de tiempo, después de evacuar el pueblo ese bicho tenía que perder el control en algún momento.
Ahora entendieron por que no habían visto a nadie en el lugar, a parte del camarero.
-Hay un camarero…
-¡Ah, si! Un hombre de mi confianza, esta ahí para tenderle una trampa. Un plan complicado, ya sabéis.
Invierno Nuclear se rió y dijo:
¿Sabes que suenas como un mafioso con lo del “hombre de tu confianza”?
Se rieron. El no; sino que preguntó:
-¿Sigues haciéndote llamar Plasma?
-¡Que va! Dios, ese nombre era jodidamente horrible. – Se levantó de la cama, y continuó hablando, con gran ceremonia – Agarraos, tenéis ante vosotros a… ¡Maestro de Sangre!
Invierno Nuclea se echó a reír como una loca.
-No me digas que no impone…
Después comenzó una animada charla entre los tres, hablando un poco de todo, pero antes de eso Maestro de Sangre le devolvió la pregunta:
-¿Ya has escogido un nombre o sigues en blanco?
-La prensa me llama El Silencio.
-¡Ja! Creo que puedo imaginarme la razón.
-Supongo que ese es ya mi nombre.
-Oye, – Intervino ella, al tiempo que se quitaba la peluca - ¿sabes algo del resto de la gente del refugio?
-Pues…
-¿Qué refugio? – Preguntó El Silencio, intrigado.
Invierno Nuclear se apresuró a responder:
-¿No lo recuerdas? Antes de vivir en la cueva estaba en una gran fábrica abandonada, con varias personas malditas… Allí conocí al colega aquí presente – Lo señaló – y a algunas personas peligrosas como yo o despreciadas por la sociedad…
-¡A mí me llamaban loco! – Chilló Maestro de Sangre, dejándose caer violentamente sobre la cama – Pero había algunos cuyas habilidades incluían una… manifestación física… ¿Se dice así? Pues eso, que resultaban desagradables a los ojos de la gente común, como La Voz, Dragón, Gélido…
Invierno Nuclear se sobresaltó:
-¡Gélido! ¿Sabes algo de él?
-¡Oh, si! Nuestro querido y blancuzco colega está de aventura por África. ¿Recuerdas su teoría sobre las personas especiales?
-Era muy poética, sinceramente, aunque yo no crea en eso. – Se giró hacia su pareja y explicó – Resulta que Gélido pensaba que la gente… como nosotros tenía una misión que influía sobre el orden del universo o algo así, decía que todos éramos importantes por algún motivo que debíamos averiguar.
- Si pues – continuó el rapado personaje – parece que empezó a creérselo demasiado. Para resumir, se montó un culto, una especie de secta y se largó a predicar a África.
-Bromeas…
-¡Que va! Se largó casi con lo puesto, un día antes de que llegasen a echarnos de allí, casi como si lo supiese. Joder, la habilidad del colega… Ya sabes, si le daba para enfriar un refresco ya era mucho, pero él creyó tener un destino superior o algo.
Ella estaba a punto de decir que le sorprendía. Pero Invierno Nuclear no miente a sus antiguos amigos, así que dijo:
-Creo que se sentía muy desplazado. Es decir, con esa fina capa de hielo sobre la cara no podía moverse por la calle sin que se parasen a mirarlo…
-Vamos, que le pegaron en el colegio. – Interrumpió El Silencio, con muy poco tacto.
-¡Claro! – Prosiguió ella – Por eso quería creer en algo que le permitiese seguir adelante. Tus habilidades pueden ayudar a la gente, las mías solo sirven para destruirla… Pero la de Gélido ni para eso. Ni para bien ni para mal se sentía importante.
Maestro de Sangre estalló en una risa histérica y dijo:
-Joder, pues ahora un montón de congoleños están encontrando su destino en el cosmos.
La conversación siguió una media hora más, hasta que derivó al tema que había traído a la pareja protagonista hasta aquel sórdido lugar. Querían saber de donde había salido aquel ser. ¡Y su anfitrión tenía las respuestas al lado del ventilador! Cogió una libreta y un par de blocs de notas y se los pasó, al tiempo que decía.
-¡De aquí! ¡El muy cabrón salió de aquí! Por lo que pude entender de esas notas esto fue una especie de laboratorio secreto clandestino, algo salió mal, el tipo se cargó a sus “padres” y salió a por más. No sé donde está todo el instrumental de investigación, solo encontré esos papeles que no entiendo y a ese vampiro comiéndose a la gente. Evacué a la gente, urdí mi plan y esperé.
-¿Puedo llevarme los papeles? Tal vez entienda algo. – Dijo ella, y su colega asintió.
-¿Qué harás con él? – Una pregunta muy sensata, formulada por El Silencio.
-Oh mierda, mi plan solo incluía capturarlo. Pues no sé…
-Pero fuimos nosotros quienes lo capturamos.
-Ya bueno… ¿Qué más da?
Era un asunto ciertamente peliagudo, que requería una solución bastante inmediata así que…

¡Busca la miniserie de Maestro de Sangre, donde se encuentra la solución a este problema y otros misterios de la vida!

jueves, 25 de junio de 2009

Caperucita Roja antes de Perrault

¡Ay, los cuentos de hadas! ¡Y que ñoña es la gente! ¡Y cuanto daño ha hecho la ñoñería Disney!
Los cuentos de hadas son esos pequeños relatos moralizantes de antaño... que de antaño conservan bien poco. Provienen de la más arraigada tradición oral europea, de varios países, así que es normal que haya diferentes versiones del mismo cuento. Como a tantos otros personajes, esto le ocurre a mi querida Caperucita Roja, protagonista del cuento que lleva su nombre y que varios autores recogieron sobre el papel, entre ellos Charles Perrault y los hermanos Grimm. Esta gente cambió sustancialmente los cuentos que recogían, cambiándole incluso el sentido de la moraleja muchas veces.
No nos engañemos, cuando yo era pequeñito y mis amigas aún no conocían las drogas blandas ni los novios cabrones, soñaban con ser princesas de cuento. Yo por mi parte soñaba con que el maltratado Lobo Feroz se comiese al príncipe y vomitase sus huesos sobre las demasiado bien consideradas princesas, o que derribase la casa de Práctico con una cantidad indecente de trinitotolueno, o que El Flautista mandase su horda de ratas rabiosas contra el vulgo... bueno, todo ese rollo, ya sabéis.
Todo eso y más lo pensaba mientras me obligaban cada año a ver la nueva ñoñada cutre (aunque muy bien animada y muy buena banda sonora) de Disney.
Pero todo eso cambió años después, cuando por casualidad descubrí el que según la tradición era el verdadero final de La Cenicienta. Al principio me chocó. No podía ser cierto. Es decir, tampoco era nada del otro mundo, pero un cuento de hadas (con hada y todo) no podía acabar así... Con lo cual comencé a investigar, siguiendo por La Bella Durmiente y algún cuento más y... ¡Joder, lo que yo imaginaba de pequeño realmente pasaba en los cuentos! Los encontré todos, ahí estaban. Había sangre, destrucción, guerra... y sobre todo finales donde los príncipes se largaban sin la princesa. ¡Aquello era genial! Pero faltaba un cuento que no encontraba. He estado años buscádolo... ¡¡¡Hasta hoy!!!
Y sin más dilación, damas y caballeros, les dejo con, no la única, pero si una de las varias versiones orales de Caperucita Roja que nadie se atrevió a recoger, así que preparaos para sobrecogeros:

Una niña que tenía que llevar pan y leche a su abuela. Mientras iba por el bosque un Lobo le pregunto donde iba.
"A casa de mi abuelita".
El Lobo corrió y llegó antes a la casa. Mató a la abuela, vertió su sangre en una botella y cortó su carne en lonchas sobre un plato. Luego se puso su camisón y esperó en la cama.
Toc Toc.
"Entra querida"
"Te traigo pan y leche, abuelita".
"Come tú algo, querida. Hay carne y vino sobre la mesa".
La niña comió lo que se le ofrecía.
Cuando lo hizo, un gatito dijo:
"¡Zorra!¡Come la carne y beber la sangre de tu abuela!"
Luego el Lobo dijo:
"Desnúdate y ven a la cama conmigo".
"¿Dónde dejo la falda?".
"Echala al fuego; ya no la necesitarás más"
Por cada pieza, enagua, corpiño y media, la niña preguntó lo mismo y el lobo replicó:
"Échala al fuego; ya no la necesitrás más"
Cuando la niña se metió en la cama, dijo: "Abuelita.. qué peluda eres".
"es para mantenerme caliente, querida"
"Abuelita que uñas tan largas tienes"
"son para arrascarme mejor"
....
Abuelita qué dientes tan grandes tienes"
Son para comerte mejor, querida".
Y se la comió.


Y ya está. Corto pero intenso, ¿eh? Pues aún hay más, según he leído por ahí, hay versiones en los que mi querida Caperucita, ya dentro de la cama con el Lobo tiene ganas de cagar (lo que tiene que en el bosque no hay water) y el animal le dice que se lo haga en la misma cama.
Ala ya está... por ahora.


P.D: En Compañía de Lobos, de Neil Jordan:
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miércoles, 24 de junio de 2009

Prohibición de videojuegos violentos en Alemania

Lo escuché el otro día en un podcast y no me lo puedo creer. Parece que el gobierno alemán, no contento con censurar los juegos (y creo que las pelis pero no lo aseguro) como les da la gana, ahora deciden prohibir todo juego violento.
Podéis pensar que no pasa nada, que hay grandes juegos donde no hay violencia, y es verdad; el caso es que empiezan prohibiendo esto, que parece una chorrada, y siguen por otras cosas, diciéndole a la gente lo que es bueno y lo que es malo y como deben pensar. También podéis pensar que os la sopla porque es en Alemania y no aquí, pero os contaré más cosas. Si sois aficionados a todo esto de los videojuegos sabréis que no hace mucho se aprobó en España una ayuda económica para los desarrolladores de videojuegos de ese país. Pues bien, lo que no le interesó decir a las noticias es que esa ayuda se otorga siempre que el juego en el que se esté trabajando no sea violento.
¿Qué opináis?
Yo opino que son unos putos NAZIS de mierda, policía del pensamiento, como diría Orwell.

sábado, 20 de junio de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.8: Sangre, Parte 3, La Tarde

Él daba vueltas nervioso, como un león enjaulado en una cárcel invisible. Tenían un gran, gran problema. Habían atado a aquel individuo, que se había desmayado, al parecer por la impresión.
-¡Ha visto nuestras caras, joder!
Ella no sabía como responder. Era cierto. Él tenía toda la razón. Creía que iba a llorar… pero solo lo creía.
-Vale, despierta de una vez. – Explotó él, agachándose y abofeteando a aquel ser desdentado, que abrió los ojos y levantó la vista, intentando decir algo.
Él estaba a punto de quitarse la máscara para comer las uñas mientras aquel tipo atado intentaba explicarse, sin dientes. Decía que daba igual que los hubiera visto, que no los conocía.
-Dos extraños rondando por una puta aldea de quince casas… ¡todos nos habrán visto!
-Solo aquel camarero.
-¿Qué? – Dijo con un tono bastante amenazante, girándose hacia ella.
-Digo que solo nos ha visto el camarero.
Él se paró y tomó aire. Casi un minuto después lo expulsó diciendo:
-Son solo dos, habría que hacerlos callar…
-Estamos para proteger. – Interrumpió ella con voz firme.
Cogió al hombre atado y empezó a arrastrarlo hacia el bar, tras hacerle un gesto para que lo siguiese. A mitad de camino se paró y, tosiendo ligeramente, dijo:
-Niña… dueles. ¿Estás bien?
-Solo un poco nerviosa… no es nada.
Llegaron y entraron al bar. El camarero no pareció sorprenderse de ver entrar a tan extraña comitiva. Él, en un gesto de arrogancia, arrojó al desdentado encima de la barra y lo señaló con aires interrogantes. El camarero preguntó:
-¿Quién es este tipo?
-Es el asesino que ha estado rondando este lugar. – Respondió ella.
-Ya veo… Nos encargaremos de él. ¡Ah, por cierto! No os conozco, pero aunque os conociese, vuestro secreto está a salvo aquí, gracias por todo.
Ambos asintieron, intentando creer a aquel hombre.
-Llamaré a las autoridades y… ¡Debería enseñaros algo! ¡Seguidme!
El camarero salió de la barra y se dirigió hacia el exterior; se colocó en una esquina del aparcamiento. Pisó una piedrecilla que había allí, lo que hizo que, tras un chasquido, se revelasen unas escaleras que se hundían en el subsuelo.
-Nunca he entrado más allá de un par de peldaños, pero tal vez os interese…
Ella dio las gracias, él se limitó a bajar. Aquello era opresivo, muy poco ancho y con mal olor. No olía como si hubiese estado mucho tiempo cerrado, sino a algo… orgánico. Muy orgánico. Cerca del final las escaleras se hacían más anchas, hasta desembocar en un pequeño pasillo que llevaba a una pequeña puerta.
-Debemos estar bajo el bar, ¿no?
-Sigues doliendo.
-Lo… siento…
-No es culpa tuya. – Dijo mientras abría la puerta.
El olor era peor allí dentro. Se fijaron en que ciertos segmentos de las paredes y del suelo tenían manchas secas, casi granates. En el centro del cuarto había un gran sofá, y en una de las esquinas varias jaulas con animales. Conejos, hamsters, ratas y un caniche. Al fondo otra puerta. Se quedaron allí parados esperando a que pasase algo, mirándolo todo con detalle; las piedras oscuras que formaban el lugar, manchadas por algo seco, los animales… Y de repente pasó. De la puerta del fondo llegó un golpe seco y la puerta se abrió. En frente a ellos había alguien con la cabeza baja, sangrando en la frente. Se diría que había abierto la pesada puerta de un cabezazo. Levantó la vista. Soltó una carcajada, y comenzó a andar hacia ellos diciendo con una voz estridente:
-¡Cuánto tiempo!

jueves, 18 de junio de 2009

Clint, no te mueras nunca por favor

Por fin pude ver Gran Torino. Me gusta ver cine de Eastwood. Que coño, me apasiona ver cine de ese tipo. Me recuerda que en el cine norteamericano sigue habiendo grandeza y personajes interesantes que retratar.
Y no sé por que, creo que de mayor me pareceré un poco a ese viejo, huraño y reservado llamado Walt Kowalski.
Pero solo un poco.

lunes, 15 de junio de 2009

Los aficionados a la música de principios de los 90 sabéis de lo que hablo


OH FUCKING YEAH!!!
Acabo de recordar como extraño aquellos paseos nocturnos con mi viejo/s walkman. Como extraño aquellos recreos con mi viejo/s walkman.
Y aquella riñonera repleta de pilas y cascos de repuesto. La última vez que la vi estaba en un cajón y tenía un preservativo escondido. Creo.

sábado, 13 de junio de 2009

Tus Labios Rojos (recreación de la escena del crimen)

¿Nunca te había dicho lo bien que te quedan esos labios rojos tuyos? Vivos como la sangre, vívidos como mis sentimientos, interesantes como un poema épico... Deseables como el guante de Gilda (aunque sea negro me la sopla). Nunca creí verme admirando unos labios teñidos, artificiales (artificiosos!!!) y aquí me veo escribiendo esta mierda que imaginé ayer a la noche pero fui demasiado vago para escribir, pero oye, ya sabes, una femme fatale siempre consigue llevar a la perdición a los hombres, supongo que a veces sin proponérselo

Y ahora que vas a irte... sé que no nos veíamos casi, pero en un desmesurado acto de egoísmo te comento que echaré de menos esa mágica sensación de que podría cruzarme contigo en cualquier momento... y decirte hola, ¿qué tal?

miércoles, 27 de mayo de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.7: Sangre, Parte 2, El Mediodía

Ella salió corriendo tras aquel tipo. Se alejaban del pueblo. Corrían y corrían. Sabía que no podría aguantar mucho más, sus pulmones ardían y su velocidad se iba reduciendo. La de aquel hombre también. Le llevaba bastante ventaja, pero en unos minutos tendría que parar. Podría hacer algo para pararlo, pero era obvio que estaba enfermo de alguna forma y que lloraba. Cada vez lo tenía más claro, aquel hombre lloraba. Era una mujer curiosa. ¿Por qué lloraba? Aquel bocadillo no podía ser tan malo como para que a un hombre adulto se le saltasen las lágrimas. Aceleró. Miró al suelo y aceleró; tenía que alcanzarlo. Escuchó gritar a aquel tipo. Miró al frente y lo vio venir a toda velocidad hacia ella al tiempo que parecía levitar. Se tiró a un lado a unos instantes de chocar.
-Vale, bien, cuéntanos. – él estaba tras ella, había sido cosa suya.
El hombre permanecía tirado en el suelo, murmurando algo. Ella se colocó en cuclillas delante suya y dijo con voz tranquilizadora, intentando recuperar el aliento:
-No vamos a hacerte daño, solo queremos hablar…
-¡No quiero hablar!
-Será mejor para ti que nos cuentes que ostia pasa aquí, amigo. – dijo él con un tono ronco.
Aquel hombre lo miró. Fijamente. Había un odio visceral en sus ojos. Tras unos segundos habló:
-Cállate… No comprendes… el hambre… No comprendes lo que soy…
-No, pero comprendo el tener el poder de hacer daño a mucha gente y contenerme.
Ella los miró a ambos. No sabía, o no quería saber, de que estaban hablando exactamente. Empezaba a tener miedo de lo que ambos podrían hacerse. Se levantó y, poniendo su mano en el hombro de su pareja susurró:
-No va a decir nada, venga, vamos.
Aquel hombre se levantó lentamente. Parecía que intentaba retroceder, pero no podía. Algo lo empujaba hacia ellos aunque intentaba resistirse. Probablemente había sido el esfuerzo lo que había hecho que sus ojos estuviesen, efectivamente, rojos y llorosos. Con esos doloridos ojos los recorrió a ambos varias veces hasta que se atrevió a decir:
-Ahora lo entiendo… Vosotros sois… sois ellos, ¿verdad?
Eran ellos. Claro que eran ellos. ¿Por qué sino, corriendo como estaba, iba a salir prácticamente volando disparado hacia atrás? El hambre era enorme, no pensó. Juraría que no pensó; tan solo se abalanzó sobre ella con un rugido que desgarraba sus cuerdas vocales. Cada milésima de segundo veía su yugular más cerca. Más cerca. Más cerca. Más cerca. Ya estaba ahí… De repente vino el dolor. Enorme y por treinta y dos sitios. Para cuando chocó con el perfumado cuello de ella no pudo morder. Sus dientes acababan de ser brutalmente arrancados simultáneamente de repente por una fuerza intangible. Si, definitivamente eran ellos, o al menos él lo era.
-Buf… -suspiró él.
El desdentado y ella se quedaron paralizados, una acariciándose compulsivamente el cuello, el otro espatarrado en el suelo. En cambio él se arrodilló y abrió el maletín que traía, se quitó la gabardina solo para acoplarle mediante una cremallera en los cuellos una capucha que sacó del maletín. Se abrochó hasta el cuello y extrajo también una máscara de plata, y se la puso. Le entregó a ella una máscara anti radiación recortada solo para cubrir la boca y la nariz y una peluca verde. Una vez “uniformados”, él acercó su cara repentinamente hacia la de aquel hombre sin dientes, que se estremeció. Tras permanecer en cuclillas con las caras pegadas, se incorporó, la miró y le dijo:
-Lo de la plata era para los hombres lobo, ¿no? ¿Qué hacemos?

domingo, 24 de mayo de 2009

Degustando chocolatinas

-¿Acaso no se siente esta noche soledad en esta sala?
-Se quedó su olor. :)

miércoles, 13 de mayo de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol 6: Sangre Parte 1, La Mañana

Bien entrada la madrugada no cabían dudas. Sabía mucho de anatomía. Es decir, sabría distinguir un mordisco humano de cualquier otro, solo que era demasiado increíble.
-Prepárame otro café por favor.
-¿Qué? ¿No te vas a la cama? – preguntó él extrañado.
Ella se encontraba absorta en su libro. Tardó unos instantes en contestar:
-Ah, no. Voy a leerme este capítulo sobre puntos de presión.
Él la miró con una mezcla de sorpresa e indiferencia y le dijo:
-¿Puntos de presión? Bah…
-Es interesante. Hay lugares específicos en el cuerpo donde golpear para hacer caer antes a un oponente.
-Que pena, eso no le causaría ningún dolor, - se encogió de hombros – bueno, voy a tumbarme un rato. Saldremos dentro de dos horas, no me apetecería pillar tráfico.
Dos horas y media después se encontraban en el coche. El Sol asomaba tímidamente por el horizonte y ante ellos se extendía una hora de viaje.
-¿Por qué lo harán?
-Esperemos averiguarlo. ¿Has traído el maletín?
-Si, claro. – Respondió ella con una sonrisa.
Aquello era una aldea en el más absoluto de sus términos. No debía haber allí más de quince casas. Y un bar.
Ella aparcó grácilmente en el pequeño aparcamiento a las puertas del local. No parecía haber coches en toda la pequeña localidad, pero si, había un aparcamiento.
-Lo único asfaltado en este sitio es el aparcamiento…
-Es raro, la verdad. Me llamó la atención también cuando vine por primera vez.
El bar parecía que acababa de abrir, así que se aventuraron a entrar. No había nada que investigar en la aldea que no estuviese a la vista, o en el interior de los edificios. Y claro, entrar en las casas de los demás sin su permiso está mal. Tal vez todo eso fuese verdad, pero no dejaba de ser la excusa de una mujer que quería desayunar un whiskey.
-Gracias. – Dijo al camarero cuando se lo hubo servido, y dio un gran sorbo.
Él indicó con la cabeza que no quería beber nada. El camarero se metió en la trastienda, momento que ella aprovechó, sonriente, para decir:
-Los camareros tratan mejor a los alcohólicos, deberías pedirte algo.
Él la miró mientras intentaba decidirse entre si tenía razón o no.
Cuando volvió el camarero los recorrió de arriba abajo con la mirada. Es lo que la gente de los lugares poco poblados suelen hacer. Si eres de fuera eres el enemigo, esa es la clave. De repente señalando los maletines que llevaban cada uno en la mano preguntó, desconfiado:
-¿Gente de negocios?
-Bueno… - Dudó ella.
-No, no parecen gente de negocios. –No con esa ropa al menos, pensaba.
-Y usted no parece una persona educada. – Gruñó él, poniéndose en pie.
Ella le cogió el brazo para que se sentase, y el camarero se calló. Casi una hora estuvieron allí mirándose los unos a los otros, hasta que los primeros clientes empezaron a llegar. Todos eran viejos, con caras hinchadas y rojas. Ellos se habían retirado a una esquina y observaban como el camarero despachaba y conversaba con aquellos jubilados.
-Tal vez debimos haber preguntado al camarero antes de que empezase a llegar gente. – Se aventuró a decir ella.
Él se decidió a preguntar cuando vio a aquel hombre desocupado. Le preguntó acerca de los recientes asesinatos, si se sospechaba de alguien y todas esas cosas. El hombre, con una sonrisa en la cara, le atosigó con una incesante verborrea sobre lo tranquilo que había sido siempre el lugar, sobre que todos se conocían de siempre, y acabó contándoles que los pocos jóvenes que quedaban allí se habían marchado a la ciudad. Aquel camarero debía creerse que eran periodistas o así, aunque no estaban tomando notas ni grabando la conversación. Aunque pretendiesen hacerlo no lo harían, toda la charla había sido irrelevante. Una pérdida de valioso tiempo, en definitiva.
-Cóbrenos. – Dijo ella, creyendo que así aquel tipo no les volvería a hablar.
Se quedaron en el bar hasta mediodía de todas formas, para luego dar una vuelta por el lugar. Descubrieron una pequeña tienda, de esas que vende cereales y revistas del corazón por igual, pero a parte de eso y el bar, allí no había ningún negocio más. Por curioso que parezca volvieron al bar para preguntar si allí servían platos calientes, aunque parece ser que alguien tuvo la misma idea que ellos:
-¡Tengo hambre!
El camarero intentaba dialogar con un hombre muy exaltado, rojo de ira y que chillaba que le diesen de comer. Ellos observaron desde la puerta, hasta que el hombre sacó una navaja del bolsillo y agarró a uno de los clientes, amenazando con clavársela y gritando:
-¡Deme de comer ya!
-Solo… - El camarero intentaba encontrar las palabras – La única comida que encontrará aquí es mi bocadillo. – Lo enseñó.
Aquel histérico apartó de un empujón a la persona que había agarrado, que cayó al suelo, y arrebató el bocadillo de las manos del camarero, lo desenvolvió rápidamente y le dio un gran mordisco, tragando casi sin masticar. De repente le dio un ataque de tos y lo vomitó, acompañado de un poco de sangre, mientras intentaba decir:
-¿Pero qué me has dado cabrón? ¡Esto sabe a mierda!
-Pero… - Intentó excusarse de alguna forma el camarero.
Aquel loco salió corriendo del bar, empujándolos a ambos que seguían atónitos en la puerta y, por alguna extraña razón, arrojando al suelo la navaja. Ella creyó ver que estaba llorando, pero no lo aseguraría.

martes, 12 de mayo de 2009

Vocecillas de mi cabeza

-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-NO te comas la olla
-¿Ya?
-No sé. Supongo.


QUE TERROR...

domingo, 26 de abril de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear; vol 5: Sangre, Prólogo

-Pues eso, que cuando llegué no había nada.
Ella le sonrió diciéndole:
-Te lo dije.
-¿Qué? No me dijiste que no fuese a ver nada.
-Ya. Pero te dije que recorrer tugurios interrogando a borrachos calenturientos no iba a dar resultado siempre.
Ambos se echaron a reír. Pues claro que no. Pero el caso es intrigante. Normalmente nadie presta atención a cuatro lunáticos granjeros que dicen que unos seres matan a sus gallinas para beberse su sangre, pero todo eso cambia cuando un día aparecen esos mismos granjeros asesinados de la misma manera que sus animales. A partir de ahí ya no son unos viejos que quieren salir en los periódicos tras los crucigramas, sino que son unos asesinatos que la policía se dispone a dejar pasar.
-Tal como decía la policía, sin pruebas. No he visto nada fuera de lo normal y bueno… ya habían levantado los cadáveres y no pude examinar nada.
Ella se fue a por un café y, no es que recordase cuando ya había llegado a la cocina que la cafetera está estropeada, sino que lo vio al llegar. ¡Ay, la memoria!
-Saldré a por un café y… tal vez descubra algo…
-¿Te acompaño?
-Que va, no hace falta. Por cierto… anoche la televisión volvió a desprogramarse.
Él se resignó a tener que estar veinte minutos buscando canales. Lo odiaba. Y lo peor de todo es que no sabía si el aparato estaba medio roto o la señal no llegaba muy bien allí. Probablemente serían ambas cosas.
Ella se abrigó bien antes de salir. La tarde era fría y recorrer medio bosque antes de llegar a la ciudad no hacía eso más llevadero. Pensaba en la poca información que tenían. Casi toda provenía de los periódicos. Sesgada. Muy sesgada. Pensó en acudir a una comisaría e interrogar a alguien para ver que sabían. Repasaba en su cabeza las fotos que había visto, y las heridas le resultaban familiares. ¡Pues claro! Sacó el móvil del bolsillo para descubrir que se había estropeado.
-Mierda…
Se apresuró para, ya en la ciudad, buscar una cabina telefónica y marcar su móvil. Casi sin aliento, ya en el aparato:
-¡Mordiscos humanos!
Al otro lado de la línea brillaba el escepticismo, pero ella volvió a repetirlo:
-¡Mordiscos! Alguien ha matado a dentelladas a esa gente. Sé que es difícil de creer pero bueno… ¡Compro una cafetera y te explico! Y… también si tengo tiempo me compraré un teléfono nuevo.
Cuando colgó, tras las despedidas típicas de una pareja de enamorados, se apresuró antes de que cerraran las tiendas. En vez de comprar un móvil también decidió ir al supermercado y comprar mucho café. Presentía que la noche iba a ser pero que muy larga. Y mañana tendrá que madrugar para ir al trabajo…

sábado, 25 de abril de 2009

¿500 personas pasaron por aquí?

Joder, tal vez debería plantearme escribir cosas de provecho.

lunes, 20 de abril de 2009

Me ha dado por bajarme decenas de manuales de supervivencia.
Me persiguen, así que uno trata sobre como construir un refugio secreto.

domingo, 12 de abril de 2009

Ayer murió Corín Tellado

Y yo me enteré ahora mismo. Pues bien, joder no veáis como me alegro. No me malinterpretéis, no es que me alegre de la muerte de una persona que ni conozco, solo me alegro de que haya dejado de escribir.
Por si no la conocíais, es la segunda autora más leída en castellano (ay! la incultura de siempre...) y sus libros son esa típica mierda pastelosa (novelas Harlequín!) que los incultos identifican con lo romántico. Digo los incultos porque cualquiera con dos dedos de frente verá las diferencias (y no solo por el valor literario, ínfimo en esas pasteladas y en el Romanticismo... depende del autor, pero por lo general mucho mejor), sino por las temáticas tratadas y tal, trilladísimas y rancias y tan harlequinescas.
Tal vez no me molestaría tanto si se le llamasen de otra forma a ese tipo de escritos (llamarlos literatura es tan generoso...), pero como se identifican con mi querido movimiento (forma de ser!!), lo siento como un ataque personal, y creo que colegas como Lord Byron, Wagner o Bécquer estarán revolviéndose en sus mullidos ataudes.

Pues ala, una menos, muahahahahahaha!!!


P.D: Mis respetos a la familia, que supongo no tenía culpa de que a esta señora se le diera por escribir basura.

miércoles, 1 de abril de 2009

Ya no visitarás París

Junio de 1940 en un tugurio:

No sabes que está más oscuro, si tus ojos el local donde te encuentras. La única luz llega desde la tarima desde donde una banda improvisa su jazz melancólico, ahogado por el sonido de las decenas de voces borrachas que parecen habitar las mesas. Tú no. Piensas en la barra. Piensas que ese largo vestido negro te queda pero que muy bien. Piensas en Europa. Piensas en París. Ocupado desde ayer. Piensas en pedir otra copa. La pides. De un trago y ya. La guerra está terminando con Europa y Tú necesitas ver de nuevo la torre Eiffel. Pero tal vez esos alemanes no te dejen pasar. Eso es, la ciudad estará sellada y te quedarás fuera, piensas. Dejas de interesarte por el ir y venir de gabardinas y sombreros a tu alrededor y le das una calada a tu gran boquilla negra (aunque no sea verdad). Respiras profundamente, hundiéndote en los recuerdos y en otra nueva copa. Lo único que podría animarte ahora mismo sería el Afro Blue de Coltrane. Aunque sea de lo más anacrónico dada la situación. Pero no te importa el tiempo. Ya no recuerdas cuanto llevas sentada en ese taburete. Sospechas que ese camarero te quiere fuera de su tugurio ¡oh altiva melancólica! Estás a punto de confiarle a un montón de TGV's tu resguardo, a salvo de tus recuerdos parisinos cuando te susurran que van a cerrar. Mantienes tus piernas cruzadas, desoyes la advertencia y pides el primero de lo que piensas que serán muchos. Pero la banda hace rato que ha dejado de tocar. Las gabardinas y sombreros se van yendo. Así que Tú te vas. Y París también.





Tal vez melalcohólico demás pero el primero de muchos, señorita Areas ;)

Y eso que nunca he sido un hombre religioso...

Llevo dos días escuchando únicamente y por completo a cada minuto el Requiem de Mozart. Su Dies Irae me persigue, pero es grande y sobrecogedor.

martes, 24 de marzo de 2009

El Club de las Mujeres Perfectas

De menos a más, aunque todas son unas diosas.





domingo, 22 de marzo de 2009

VAS A MORIR

Acéptalo. Es así.

Cuanto antes lo hagas antes dejará de importarte.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear; vol 4: Halagueñas Noticias

Ver las noticias es deprimente. Todo es tragedia. De hecho, en la mayor parte de las ocasiones para ver las noticias hay que tener estómago. Se supone que informan pero lo cierto es que la mayoría de las veces solo buscan el morbo y el impacto visual de la sangre y las lágrimas.
Pero hoy no. El telediario de esta mañana es diferente. Una estadística revela que la criminalidad de esta ciudad se ha reducido en algo más de la mitad por ciento.
-Creo que la cafetera se ha estropeado, cariño.
-Oh, mierda.
Este podría ser uno de esos días en los que uno no quiere ver a nadie. ¿Y no pasa que cuando uno está deprimido necesita deprimirse todavía más? Pues claro, así que aquel hombre que se desperezaba aún en cama apretó un botón del mando a distancia para ver por la televisión cuanto asco daba todo, aunque no fue eso lo que se encontró:
-…es asombroso, como decíamos no se recuerda un índice de criminalidad tan bajo desde… En serio, no se recuerda. Algunos expertos se han aventurado a postular ya algunas teorías sobre esto, pero la verdadera respuesta está en las bocas de los ciudadanos…
Aquel hombre somnoliento se incorporó asombrado, subió el volumen y llamó a una chica que se peleaba con una cafetera por hacerla funcionar:
-Oye, ven a ver esto.
Ambos se sentaron en la cama, ella ya vestida, y se quedaron absortos en la imagen de un anciano con un periódico bajo el brazo que decía emocionado:
-Como se lo digo, están ahí fuera vigilándonos y la escoria de esta cloaca lo sabe. Podrían ser cualquiera de nosotros, ¿quién dice que son usted o yo? ¿Eh? ¿Quién dice que no soy yo?
El sueño ya había abandonado a aquel hombre, que se reía en su cama:
-Ese viejo está loco.
Mientras la imagen cambiaba hacia otro transeúnte que opinaba:
-La gente tiene miedo. Eso es así, se palpa en el ambiente. Pero creo que la gente honrada que paga sus impuestos no tendrá nada que temer, el Estado sabe lo que se hace, y si hay que acojonar pues se acojona y punto.
Y otro:
-Es de vergüenza que unos ciudadanos anónimos tengan que ocuparse del trabajo de las fuerzas del orden. En serio, de vergüenza. Pero eso nos hace creer en esta ciudad, donde vive gente muy valiente.
Ambos se recostaron en cama, dispuestos a seguir haciendo algo que no hacían desde hace mucho. Ver las noticias.
-El caso es que ambos individuos se enteran de prácticamente todos los delitos antes de que se cometan, están un paso por delante – afirmaba ahora el sargento de policía – así que realmente detienen las incidencias antes de que ocurran. No sé que pensarán ustedes pero yo no quiero perder mi empleo.
Después de unas cuantas intervenciones ciudadanas más fue devuelta la conexión al estudio, donde el presentador continuó:
-Eso es. Esta ciudad lo tiene muy claro; la criminalidad se ha reducido drásticamente estos días debido a las numerosas intervenciones de un par de anónimos ciudadanos que en tan solo dos semanas han conseguido reducir la delincuencia de nuestra bonita ciudad a unas cifras realmente esperanzadoras. Y ahora hablaremos de…
Ambos se abrazaron. Se miraron a los ojos fijamente. Poca gente disfruta de esos instantes mágicos. De hecho ellos mismos, aunque querían, no podrían quedarse así toda la mañana. Había que vestirse para ir al trabajo, así que lo hicieron tras ducharse.
No había café, así que desayunaron apresuradamente unas galletas solas. El ritmo de la vida moderna es vertiginoso. Uno se acaba de levantar y cuando se quiere dar cuenta ya ha anochecido. Uno parpadea y pasan semanas. Ya era tarde, mientras él rebuscaba en sus bolsillos por las llaves del coche, ella se disponía a desaparecer tras el umbral de aquella extraña puerta, pero justo antes se volvió, sonriente, y preguntó, un poco tímida:
-Oye… ¿Y si lo estamos consiguiendo?
Él la miró, pensándose si sonreír. Y se quedó en silencio.

martes, 10 de marzo de 2009

xD

Cuando te tropiezas porque intentas esquivar algo con lo que pensabas que tropezarías... ¿Es triste no?

jueves, 5 de marzo de 2009

¿Sabéis que soñé esta noche?

Soñé que en Blade Runner no llovía.


Me desperté aterrorizado.

martes, 3 de marzo de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.3: Una Mujer y su Whiskey

Se diría que ella era la típica chica que nunca pisaría un local como ese. Era guapa. Muy guapa; y estaba en el típico bar donde los hombres eran por lo general muy feos. Y eso solo mirando el exterior; el interior de algunos mejor ni imaginarlo. Llevaba unos minutos sentada en uno de los taburetes de la barra. Intentaba terminarse rápido su whiskey mientras veía como aquellos tipos parecían pensarse todos a un tiempo si abordarla y hablarle, seguramente de tonterías destinadas a engatusarla y llevársela a la cama. Se reía por dentro.
Miró hacia un lado y no pudo evitar, nunca puede, leer por encima del hombro el periódico que sostenía aquel hombre sentado a su izquierda.
-¿Le interesa? – Preguntó el hombre, volviéndose para revelar una cara llena de cicatrices.
-Bueno… Es un tema curioso lo de esos héroes, ¿no cree?
-¿De verdad cree que son héroes? – El hombre había cambiado de una expresión amable a una casi amenazante.
-Quizá tenga razón, si fuesen héroes no habrían estado cinco años a saber donde desde su primera aparición.
Con un gesto violentamente rápido, aquel hombre se inclinó hacia ella y señalando su cara y levantando ligeramente la voz exclamó:
-¡Yo estuve en ese banco!
El tiempo pareció detenerse en aquel antro y cuando volvió a avanzar todas las miradas se dirigieron a aquel hombre y a ella.
-¿Sabe de qué son estas cicatrices? Cuando aquel pirado disfrazado y su amiga entraron allí y salimos despedidos por los aires, cuando caímos, unas cristaleras cayeron también con nosotros…
-No me sorprende.
-¿Qué?
-Bueno… Si ese hombre pudo lanzarles por los aires a todos, también pudo haber roto unos cristales, ¿no? De todas formas, es su problema por atracar un banco.
El hombre bajó la cabeza, cerró su periódico bajo el brazo, se levantó y se dirigió a la puerta, justo antes de salir la miró y dijo:
-Usted no sabe lo que puede hacer un hombre desesperado.
Ella se encogió de hombros y se terminó el whiskey. Sabía que no volvería a ser bienvenida en el lugar. Cuando pidió la cuenta el camarero se le acercó desde el otro lado de la barra y le susurró:
-¿Sabe qué? Nunca quise que a mi local acudiese gente de esta clase.
-Ya bueno… No pasa nada.
-¿Sabe qué? Invita la casa.
-Oh, no. ¿Por qué?
-Sus ojos.
Ella se ruborizó un poco y bajó la mirada diciendo:
-Bueno… No hacía falta pero gracias.
-Y ahora perdone si soy algo impertinente, pero me gustaría tomar un café caliente con usted. Cierro en diez minutos, ¿qué le parece?
Ella se sorprendió. Normalmente los hombres se sentían intimidados por su belleza, con lo cual no recibía invitaciones como esa muy a menudo, así que decidió seguirle el juego:
-Bueno, ¿y por qué no podemos tomarlo aquí a solas cuando cierre?
-Pues… Creo que la calefacción está fallando, ¿no lo nota?
-Si… Iré a mirar unas cosas por ahí, volveré en diez minutos.
Salió pensando que aquel camarero rubio era lo único hermoso dentro del local. En realidad no tenía nada que mirar. No es de las que mira escaparates. No es que no vista elegante, tan sólo es que sabe lo que quiere. Cuando necesita ropa va y la compra, sin más.

Unos veinte minutos después ella caminaba al lado del camarero por un callejón oscuro. Charlaban mientras amenazaba con llover.
-Bueno… ¿Y qué opina usted de ese asunto de la pareja disfrazada?
El camarero se encogió de hombros y dijo, sin demasiado entusiasmo:
-Parece que desde hace unos días solo se habla de ellos. La mayoría de mis clientes están bastante disgustados…
-No he preguntado que opinan sus clientes, sino que opina usted.
-Supongo que opino lo que cualquier persona de bien en esta apestosa ciudad.
Ella lo miró fijamente, pidiendo una respuesta concreta con la mirada. El hombre se sintió algo incómodo y lo demostró desviando su mirada de la de ella y preguntando:
-¿Por qué le interesa tanto?
-No sé… Es un asunto nuevo y curioso y… soy una chica curiosa a la que le van las novedades.
- Las curiosidades y el whiskey, porque vaya rapidez – Rió él.
-No se meta con quien le da de comer.
-¡Pero si la he invitado! – Exclamó el camarero, divertido.
-Bueno, pero yo tenía la intención de pagarle. En serio, ¿qué opina?
El camarero se paró en seco y dijo muy serio:
-Esto no me gusta, ¿es una encuesta?
-No, no… Es solo que…
-Mire, - Le sujetó los brazos y le miró directamente a los ojos – mi opinión es que esta ciudad apesta a mierda y lleva esperando mucho a que alguien se digne a tirar de la cadena, pero, ¿sabe qué? Parte de esa mierda apestosa es la que me da de comer en realidad, y no una niña bien que aparece con ese vestidito y esa sombra de ojos en mi local por primera vez y seguro que no volverá a aparecer por allí.
Ella se quedó algo petrificada. Aquel hombre parecía tener miedo de los tipos a los que servía cerveza a diario, pero también los veía como su único sustento, así que los necesitaba en las calles y no saltando por los aires.
-Perdone…
-¿Y sabe qué? – Preguntó alterándose por momentos – Alguna de esas ratas de cloaca me caen bien. Son mis amigos y no me gustaría que a ningún gilipollas que cree que es carnaval todo el año se le vaya la cabeza y los mate.
-Hace tres días un tío entró en la joyería de un anciano acompañado de un calibre 45, ¿de dónde coño las sacan?, – Ahora ella también estaba enfadada, parecía incluso más guapa – con el objetivo de pintar la pared del local con la materia gris del viejo si este no llenaba una bolsa del supermercado de al lado con varios kilos de oro. En definitiva, había venido a joderle a ese hombre su negocio y su vida. – Mientras ella hablaba el camarero había comenzado a carraspear y luego progresivamente a toser – Pues bien, parece que alguien ha venido a joderte el negocio.
El pobre camarero había comenzado a toser violentamente, dentro de poco tendría que empezar a luchar por mantenerse en pie, pero mientras consiguió decir:
-Yo… No soy como ellos… No puedo saber lo que hacen fuera de mi bar… - Y entonces cayó.
Ella se puso en cuclillas para darle la última réplica; él, tras haber comenzado a temblar, se había colocado en posición fetal. Ella se lo pensó mejor, se incorporó y se despidió diciendo:
-Bueno, supongo que cada uno tiene sus opiniones, lo siento. Adiós.
Con estas palabras se dio la vuelta y avanzó por aquel callejón, dejando a aquel pobre camarero temblando como un bebé en la nieve, aquel hombre que la había hecho plantearse muchas cosas en tan solo unos minutos. ¿Y si lo que se proponían emprender no estaba bien? ¿Y si había una manera mejor de hacerlo? Bueno, de todas formas la había abordado cual quinceañero en celo, y ella ya tenía pareja desde hacía algún tiempo…

jueves, 12 de febrero de 2009

...

Delirios.
Pies ligeros.
Dolor de cabeza.
Desorientación.
Delirios.
Pies ligeros.
Dolor de cabeza.
Desorientación.
Delirios.
Pies ligeros.
Dolor de cabeza.
Desorientación.
Delirios.
Pies ligeros.
Dolor de cabeza.
Desorientación.
Delirios.
Pies ligeros.
Dolor de cabeza.
Desorientación.