lunes, 29 de marzo de 2010

Declaración de Intenciones \ENTRADA 100/

Yo quiero ser un poeta decadente,
quiero morirme joven y de repente.
Quiero joderte por atrás. Por el frente
vomitarte borracho a la cara
versos desiguales que no cuadran.
Faltan sílabas, no pasa nada.

Quiero hacer llorar a los niños con versos,
rásgate las bragas, tócate bien adentro,
lee mi poema, lo haces pensando en muertos.

lunes, 15 de marzo de 2010

El Silencio e Invierno Nuclear; vol.16: De Vuelta al Asunto, Parte 1

Efectivamente, a Lucía Lagos no le había costado volver al trabajo con una excusa tonta y cobarde. No había tenido que soportar comentarios sobre lo mucho que sus compañeros de trabajo la odian sin saberlo. Con los pacientes era otra cosa. La hundieron definitivamente, así que al salir del trabajo no fue a su cueva, sino a una whiskería. En serio, le encantan esos antros.
-¿Seguro que quiere otro más? – Le preguntaba el camarero tras un rato allí.
-¿Para qué coño te pago?
El camarero en cuestión miró su reloj de muñeca, suspiró, y se puso a servir otra copa.
-Gracias.
-¿Puedo preguntarle algo? Alguien que bebe tanto a estas horas está huyendo de algo. ¿Recuerdos, tal vez?
Ella sonrió. Se cruzó de brazos. Cambió de postura para, al final, dejar caer los brazos, todo ello en un par de segundos, y dijo:
-Supongo que todos arrastramos mucho, ¿no? Pero no se puede vivir siempre de recuerdos, ni para bien ni para mal.
-Vaya, es usted toda una filósofa.
-No, soy trabajadora social.
-¿Si? Pues menudo ejemplo para los pacientes.
Ambos rieron. De repente ella se puso seria y preguntó:
-¿De verdad quieres saber qué me pasa?
Él asintió, así que ella le pidió una copa más, la bebió de un trago, carraspeó y dijo:
-Bueno… Aunque resulte difícil de creer, soy Invierno Nuclear. – El camarero le sonrió, divertido – Hay unos veinte tipos o más que me buscan para matarme y además creo que todo el mundo me odia. Además estoy encerrada en una relación sentimental autodestructiva y parece que solo me doy cuenta de ello cuando bebo.
Tras dos segundos de silencio incómodo ambos volvieron a reír.
-Si, con todo lo que se le debe venir a esa chica encima yo también me daría a la bebida si fuese ella. En serio, ¿qué le pasa a usted?
-¿Por qué sigues tratándome de usted si es obvio que quieres follarme? Soy ella.
El camarero se sonrojó y preguntó, intentando obviar el tema sexual pero de todas formas empezando a tutearla:
-¿Si fueses Invierno Nuclear no deberías proteger tu identidad o algo? ¿Por qué me lo dices?
-Porque estoy borracha, porque a estas alturas todo me importa una mierda y porque también quiero follarte. Pero no te preocupes, eso último no va a pasar, si no te matan mis poderes mi novio nos matará a ambos.
-Ahora vas a decirme que te ves con El Silencio, ¿verdad?
De repente sonó el teléfono de ella, que se levantó de la barra, se alejó un poco, descolgó y habló:
-Hola… Estoy en… Como quieras, voy para ahí. – Y colgó.
-¿Te vas ya? Eres divertida.
-El Silencio me llama. Quiere partirle la cara a alguien seguramente. ¿Sabes?, a veces pienso que es un inseguro de mierda que necesita mi ayuda para todo. – Y tras decir esto dejó un gran billete sobre la barra y salió apresuradamente.
El camarero se encogió de hombros y se guardó el billete, de bastante más cantidad que lo que correspondía pagar, que tampoco era poco. Se quedó pensando. Fantaseaba con la idea de que aquella mujer fuese realmente quien decía ser. Estaba algo borracha y no había demostrado nada, simplemente lo había dicho. Además él no se imaginaba así a los héroes. Una alcohólica con una relación tormentosa no era desde luego ningún ideal de conducta ni nada parecido.

martes, 9 de marzo de 2010

Tan relativamente colorida como vas siempre, el otro día te vi más o menos de negro y creo que lo notaste.

¿Chuvasquero gris muy oscuro? ¿Qué más da? Tus cabellos estaban húmedos y, aunque no era sudor, seguías teniendo esa sonrisa que hace que tu cara de la nariz para abajo parezca una D tumbada tomando una apacible siesta.

No nos conocemos, pero mis esfuerzos para no decirte que me gustaría convertirte en protagonista de algo escrito por Sachez-Masock solo pueden calificarse como divertidos. Supongo que ya sabrás, como Ana Klauer o Irma la domadora pero en pequeñita, estarías más adorable que de costumbre; haciéndome daño, como ahora pero con látigos y cadenas.

Y esto ya es la segunda cosa que te escribo, pero ya no me da miedo, me la sopla. No van a pasar cosas ni buenas ni malas. No vas a leerlo nunca.
Y seguirás riendo con esa vocecilla.