jueves, 15 de julio de 2010

El Silencio e Invierno Nuclear: vol.19: De Vuelta al Asunto, Conclusión: MONTAÑAS DE CADÁVERES

Y eso era el asunto. Dolor, mucho dolor, pensaba ella. Se maldecía a si misma por dentro. Por unas horas le había gustado disfrazarse como una niña y creerse algo que no era. Mientras El Silencio utilizaba su poder para levantar escombros buscando algún superviviente, ella estaba paralizada. Tal vez esperaba una orden, una señal, o tal vez estaba simplemente en shock. Creía estar esperando que él le gritase, como a veces hacía. Que le gritase pidiendo que le ayudase a ayudar a aquella gente pero; en lo que a Invierno Nuclear, Lucía Lagos, le parecieron horas; comprendió que él, El Silencio, no iba a gritar. De alguna forma tenía que mantener su puto personaje. Incluso en una situación así tenía que mantenerlo. Empezó a llorar. Debería ponerse la máscara y correr a ayudar, pero en vez de eso lloró.
-Montañas de cadáveres…
El Silencio seguía afanándose en levantar hormigón. Alguna gente que estaba por allí se había decidido a ayudarle. Estaban temerosos al principio, paralizados como ella, pero tras un par de minutos se unieron a él para tratar de salvar a algún latino desconocido. Eso le dio a ella una idea. Tenía que moverse, y tenía que moverse ya. Cruzó la calle, arrojando a una papelera cercana la bolsa con su peluca y su máscara. Su deber era ayudar, pero no así. Pero la gente que se había quedado quieta… ¿Qué coño estaban mirando? Había montañas de cadáveres allí y solo unos cuantos ayudaban. Entonces creyó comprenderlo, y eso la llevó a reafirmarse en su idea de no disfrazarse. Le tenían miedo. Tenían miedo de él. O tal vez era que no querían ayudar porque eso no iba con ellos. De cualquier forma, llorando y respirando aceleradamente, ella comenzó a levantar escombros. Descubrió que no tenía la fuerza necesaria para la misión. Cada vez se ponía más nerviosa, y casi se puso histérica cuando descubrió que la gente de su alrededor estaba comenzando a toser. Lo estaba haciendo de nuevo, y no podía controlarlo. Se levantó el viento de repente y empezaron a aparecer cenizas en el aire. Estaba pasando, y no era bueno. No era bueno, pero se decidió a hacerlo bueno. Se decidió a controlarlo. Después de todo Carlos tenía razón, todo era práctica. Intentó controlar el viento que sus poderes producían, crear pequeños huracanes o algo parecido que arrancasen la roca de donde creyese necesario. Pero no lo conseguía. Lo intentaba, estaba a punto de lograrlo, pero no lo conseguía. La gente de alrededor empezaba a notar mucho frío y seguían tosiendo, mientras el aire se oscurecía más y más por las cenizas. Tenía que irse de allí. Tenía que irse en ese mismo instante si no quería causar un daño todavía mayor que el de la explosión. Tenía que avisar al Silencio de que se iba, pero no podía dar señales de que se conocían, no sin su disfraz. Decidió hacerlo como él lo haría. Simplemente se dio la vuelta y se marchó. No se había dado cuenta, pero había quitado escombros de encima de unas quince personas que seguían vivas, cosa que él, con su furia, no había logrado todavía.
Se alejó lentamente. Quería ir rápido, pero estaba temblando y no podía. Las cenizas, el frío y el viento se iban disipando. Tenía que ir a buscar el coche, tenía que regresar a la cueva, pero él tenía las llaves. Estaba muy lejos, pero tenía que alejarse de la gente. Había gente por todas partes. Se cruzó con varios coches de policía y bomberos, también con unas cuantas ambulancias. Se alegró un poco. Alguien había venido a ayudar. Alguien profesional.
De repente notó una mano sobre su hombro. Se giró repentinamente y vio a Carlos. No vio al Silencio, vio a Carlos con una bolsa en la mano. Era su peluca y su máscara. Lo había olvidado pero… ¿Cómo lo sabía él? No había estado mirando. Muy serio, le deslizó el brazo por la cintura y susurró:
-Vámonos.
Luci rompió a llorar de nuevo.
-Vámonos a casa.

jueves, 8 de julio de 2010

No sé si extrañarla más a Ella o a la chica triste.