sábado, 15 de enero de 2011

De mayor quiero ser como Larry Talbot

Sin responsabilidades ni presiones. Ni ganas de tenerlas.
De mayor quiero actuar salvajemente sin posible explicación. Quiero actuar libremente y sin ataduras. Como un niño pero más consciente de ello. O menos, según se mire.
De mayor quiero comulgar con mi propia naturaleza mientras se da el tópico de "las mujeres lo aman y los hombres quieren ser como él".
Quiero comerme lo que quiera y cuando quiera. En todos los sentidos.
De mayor quiero ser como Larry Talbot.

martes, 4 de enero de 2011

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.22

-¡Quiero saber donde coño está! - Gritó.
-¿Pero qué más le da? Se habrá cansado de jugar a los disfraces o algo, yo que sé.
-¿Y por qué iba a cansarse?
-¿Y por qué no?
-Váyase a la mierda. - Dijo con un tono tranquilo comparable al de toda la discusión anterior, indicándole que saliese de su despacho.
Una vez aquel hombre hubo salido, el jefe de policía se acercó al radiador de la calefacción y lo encendió al máximo. Tenía frío y quería que aquel hombre también lo tuviese. Es más, quería que pensase que él no tenía frío en absoluto, que era un hombre duro y esas cosas. En el fondo sabía que estaba tiritando, al igual que toda la ciudad. Se acercó a la ventana y contempló melancólicamente la espesa niebla, que parecía volverse más y más oscura con el paso de las semanas. ¿Cómo había llegado a esa situación? Es decir, se veía incapaz de encontrarlos y, en su desesperación, había contratado a un detective privado que parecía tomarlo por gilipollas o algo así. Sin embargo aquel hombre indignado que acababa de salir de su despacho podía tener razon. ¿Y si Invierno Nuclear ya no quería luchar contra el crimen, o lo que fuese que había venido haciendo todos estos meses? ¿Por esa razón El Silencio había, tal vez, redoblado sus esfuerzos y había sido visto al parecer acompañado por dos pintorescos personajes?

En otra parte de la ciudad, un meteorólogo caminaba mirando al cielo con aire pensativo, mientras hablaba con su jefa por el móvil:
-En serio, le digo que esto no es normal. Hace demasiado frío aquí, incluso en esta época del año.
-Yo no lo veo tan exagerado, – contestaba ella al otro lado de la línea – tal vez haya una borrasca o algo. Habla usted como si estuviésemos en el polo o algo así.
-Eso es lo extraño, en el satélite no se ve ninguna borrasca ahora mismo. No digo que debiese hacer calor ni nada, pero al menos debería haber un poco más de luz solar que estabilizaría la temperatura.
-¿Sabe? Esto puede ser una noticia, avisaré a unos cuantos reporteros, usted haga lo suyo, dé el tiempo y eso.
-Creo que ya no sé que decir, pero... ¡Joder!
-¿Qué pasa? - Preguntó, alarmada, mientras escuchaba un gran estruendo al otro lado del teléfono acompañado de una respiración muy agitada.
Tras unos segundos el meteorólogo contestó, audiblemente nervioso:
-No sé que está pasando, pero acabo de ver dos coches saliendo despedidos por encima mía, uno casi me da.
-¿Cómo?
-Tengo que colgar.
-¡Espere! - Pero él ya había colgado.
De repente unas cinco personas pasaron corriendo junto a él, empujándolo. Algunos de ellos llevaban pistolas y disparaban hacia atrás. Antes de que pudiese analizar la situación se vio saliendo despedido, junto con los otros cinco, hacia una pared. Todos se golpearon. Él sangraba por el brazo y la mano que había intentado parar el impacto, mientras se encontraba con la cara pegada a una acera. Nadie ni nada parecía moverse. Se giró lentamente hacia arriba y vio junto a él a una figura toda vestida de negro y con algo brillante que parecía surgir de su cara encapuchada. Nunca lo había visto tan de cerca y junto con la relativa oscuridad del ambiente la imágen le pareció casi lírica. No tuvo tiempo de recrearse, ya que salió ligeramente despedido hacia un lado, mientras los otros que habían ido a parar con él alli chocaban repentinamente unos contra otros, y sus armas parecían luchar por entrar en sus estómagos de alguna dolorosa manera, cosa que finalmente no ocurrió. Al verse zarandeado así no se lo pensó. Se levantó rápidamente y echó a correr.

No mucho después alguien llamaba insistentemente al despacho del jefe de policía y, sin esperar respuesta, abrió la puerta exclamando:
-¡Jefe, tiene que ver esto!
Él suspiró. Odiaba que entrasen sin llamar, y por alguna extraña razón todos lo hacían. Se levantó pesadamente y caminó hacia la puerta, preguntando:
-¿Qué tengo que ver?
-Están fuera, venga. - Dijo el entusiasta agente, guiándolo hacia la puerta de la comisaría, donde parecía haberse juntado todo el mundo.
-¿Qué coño pasa?
Inmediatamente lo vio. Eran cinco hombres de mediana edad atados, magullados y semiinconscientes, cada uno por separado.
-Han aparecido aquí, señor. - Dijo el agente entusiasta mientras varios de los que allí se encontraban asentían. - Y alguien ha dejado este sobre junto a ellos, no lo hemos abierto.
El jefe de policía arrebató el sobre de la mano del agente y lo abrió nerviosamente, rasgándolo y rompiéndolo en el proceso. Se encontró con un folio doblado. Pensó que no podía ser cierto, que eso solo pasaba en los comics. Desdobló el folio. Lo miró por un lado y por el otro. No podía dar crédito... ¡Estaba en blanco! La vida no es un comic.