sábado, 25 de junio de 2011

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.26: Contraataque Parte 3; Esto Lo Cambia Todo

En un oscuro callejón, como ratas. Él se abrochó la gabardina, se colocó su máscara de plata, restos de una bandeja vieja que lo despersonalizaban, se puso esa enorme capucha y se subió los cuellos de esa gabardina negra. Hasta el último botón. Se sentía como nuevo y así se lo hizo saber a ella, que solo pudo responderle:
-Bueno... ¿Cuál es el plan?
-Darles donde más les duele. Hagamos como que nos importan una mierda.
-¿Vamos a dejarnos ver?
-¿Para qué coño nos estamos poniendo los uniformes si no es así?
Ella tuvo miedo de contestarle. Tuvo miedo de decirle que no eran uniformes, claro que no, aquellos eran putos disfraces, pero él no se daba cuenta. De todas formas, ahora estaban pasando cosas más importantes que la percepción que ella tuviera de la indumentaria que llevaban.
-Vamos a demostrar a esos hijos de puta que unas cuantas pajaritas curiosas no acojonan al Silencio y a Invierno Nuclear.
-Pero si que nos acojonan, joder...
El Silencio se puso en marcha, saliendo del callejón, comprobando como la gente con la que se cruzaba se lo quedaba mirando. Invierno Nuclear, todavía ajustándose la peluca, corrió detrás de él. Siempre pasaba lo mismo. En el fondo a él le encantaba la fama. Le encantaba ser observado. Luci empezaba a plantearse qué representaba esa improvisada máscara de plata para él. También empezaba a preguntarse la utilidad de ese plan y si era realmente un plan o una desesperada llamada de atención. En cuanto a ella, no tenía otra opción a parte de seguirlo a donde fuese, mientras la paranoia crecía cada vez más en ella. Tenía muchísimo miedo de cruzarse con gente de pajarita, fuese curiosa o no. Estaba aterrorizada, como siempre que se trataba de Los Veladores.

Tal vez el plan del Silencio funcionó porque cuando llegaron a una plaza después de caminar durante un rato, unas diez personas con curiosas pajaritas salieron del parking que estaba debajo de dicha plaza. El Silencio los miró y ellos los miraron a ambos, mientras buscaban algo en sus bolsillos. Él utilizó su poder. Quería matarlos. Quería estrellar a lo que él entendía como débiles humanos contra los edificios cercanos con una aceleración tan fuerte que se deshiciesen contra las paredes. Sabía que no eran nada al lado de las legiones que habrían de venir, pero era un paso, así que utilizó su poder con toda la fuerza que pudo. Y no pasó nada. Una mueca de desconcierto se dibujó bajo su máscara mientras volvía a intentarlo. Nada. Sabía que estaba usando su poder. No podía verlo pero lo sentía. Su poder estaba ahí pero no pasaba nada. Uno de Los Veladores se adelantó y habló, mientras la temperatura comenzaba a caer cada vez más rápido y el viento comenzaba a soplar:
-¿De verdad crees que no estamos preparados para anomalías como vosotros? - Dijo, no sin antes carraspear un poco.
El Silencio no contestó porque no podía permitírselo. Como Invierno Nuclear seguía callada, aquel hombre continuó:
-Ahora vamos a mataros y la mitad del problema estará resuelto. El mundo volverá a ser un poco más... clásico, por así decir.
Los diez Veladores sacaron sus pistolas y apuntaron para disparar, uno a cada extremidad, y otro al pecho. Los demás apuntaron a Lucía Lagos, Invierno Nuclear, mientras ella seguía paralizada sintiendo hervir todo su ser y viendo como una fina capa de cenizas comenzaba a cubrir el cielo.
-Y ahora, con respecto a ti, pequeña...
-¡No me llames pequeña, nunca vuelvas a llamarme pequeña, joder! ¡Ya no soy pequeña! - Estalló Luci, sin mirarle a la cara, mirando a Carlos desangrándose en el suelo.
Las temperaturas bajaron todavía más, el cielo se oscureció y Lucía no se daba cuenta en ese momento de que el viento impidió a Los Veladores, que empezaban a sentirse enfermos, escuchar bien lo que había dicho pese a estar tan cerca de sus gritos.
-Esto lo cambia todo. - Casi susurró, entre toses, uno de ellos.
Los diez asintieron y volvieron al interior del parking mientras Invierno Nuclear se quedaba allí. ¿De qué serviría seguirlos? Miró a Carlos, que había empezado a agitarse espasmódicamente. Miró lo que acababa de hacer, y lo que acababa de hacer era grave. Muy grave. Aquel Velador tenía razón; esto lo cambiaba todo. Lo cambiaba para peor. Contempló como la gente corría asustada, probablemente a refugiarse en sus casas, pero eso no iba a servir de nada llegado un momento. Lucía Lagos, Invierno Nuclear, había desatado algo indecible. Había hecho honor a su nombre. Esto lo cambia todo. ¿Cómo no iba a cambiarlo?

viernes, 17 de junio de 2011

Tengo miedo de ser consumido

Tengo miedo de ser consumido. Tengo miedo de todos vosotros y de ti también. Porque todo es asco, todos son asco y tú deberías.

martes, 7 de junio de 2011

Maestro de Sangre: Contraataque Parte 2; Me Escondo

No suelo contárselo a mucha gente, pero me escondo. Si joder, ¿por qué te sorprende tanto? Es decir, me escondía en aquella puta cueva y ahora me escondo en esta donde ya me escondí hace años. Después de aquella masacre ya no dejé de esconderme nunca más y ahora se acerca otra. Creo que en ningún momento afronté toda esa muerte, que va, solo me escondí tras esta máscara de payaso, de loco, de tipo al que nunca le importó nada. ¿Crees que no me duele sangrar? Joder, claro, pero todo forma parte de mi disfraz. Viví algo horrible y al comprobar como gente que me importaba no tenía tanta suerte como yo, escogí hacer como que me volvía loco en vez de contraatacar. Cuando ese cabrón de la gabardina vino a llevarse a la mujer que amo seguí haciéndome el loco. Que coño, ya no paré. Pero ahora no puedo permitirme eso. Se acerca otra matanza como aquella. Los Veladores están ahí fuera y ahora ya no me queda tanta gente para sacrificar mientras me escondo y la escondo a ella, así que hay que dejar de esconderse y contraatacar. ¿Tenía que haberlo hecho en aquella época? Por supuesto, ahora lo veo pero, joder, es difícil. Tal vez estoy empezando a creerme mi propio personaje, ya que acabo de mandar a unos tipos que ni siquiera son invisibles del todo a una misión de espionaje suicida. Ya no espero que vuelvan, solo espero que me llegue alguna información de su parte con la que poder preparar algo. Joder, acabo de mandar a esos tipos contra una gente de la que solo tenemos un par de dudosos párrafos de información y, entre lo poco que cabe ahí, se afirma que tal vez gobiernen el puto mundo a su antojo o algo así. Joder, estoy cagándome por la pata abajo y no puedo pensar en nada a parte de en seguir escondido y en ella. ¿Ella? Ya, ella dejó de esconderse o algo así, aunque se vaya con ese tipo que le obliga a llevar esa estúpida peluca como si fuese alguna puta cutre o algo. También vive en una cueva, o lo hacía hasta ayer. Pero esto ya no se trata de luchar por ella, cosa que nunca hice. Esto se trata de matar a esos hijos de puta. Si coño, acabo de decir matar porque yo no soy ningún puto superhéroe. Dejo eso para la ficción, no como hace el puto Silencio, al que por otra parte pienso que cualquier día se le va la mano en cualquier sentido y la monta. Pero yo no quiero montarla. ¿Qué quiero? Quiero que toda esta mierda pare para siempre y quiero que Lucía siga viva la próxima vez que la vea. ¿Quién soy? Joder, soy Maestro de Sangre, ¿a quién esperabas?

jueves, 2 de junio de 2011

Me Corté con un Libro de Bukowski

Son las cinco y diez de la madrugada y me corté con un libro de Bukowski. Hay sangre en el libro y mi dedo pica como deben picar las avispas porque me corté con un libro de Bukowski. Estoy despierto chillando tu nombre para que salgas de mí y olvidarte. Escucho música que no escucharías y me corto con un libro de Bukowski. No hay alcohol... Aún, aunque suene peliculero. Gritos de gente borrracha ahí fuera y yo cortándome con un libro de Bukowski en vez de estudiar. No seas como yo, embebido de malsonancia, con un libro ensangrentado y un dedo que debería chuparme, pero soy un cobarde como Bukowski, que me cortó. En esta cama hace calor aunque no estés porque todo es mierda primaveral. Ya casi no llueve, así que no puedo ser bohemio, pero puedo sangrar como si lo fuese. Voy a tomar una distancia emocional para pensar en ti, distancia que me hará viejo, como Bukowski, que me mira pícaro deseando cortarme más. Porque no me jodas que no es estúpido cortarse a las cinco y diez de la madrugada con un libro de Bukowski. Si me hubiese cortado con un libro de Proust o de Joyce parecería un tipo interesante (inteligente incluso) y no dejarías de fijarte en mí, pero no, me corté con un libro de Bukowski y nada puede cambiar el pasado ya. Porque si, he cometido muchos errores que me gustaría reparar y el último ha sido cortarme con un libro de Bukowski a las cinco y diez de la madrugada chillando y tragando tu nombre, en una cama demasiado calurosa.
Sangre sobre el teclado, pero ni tú ni Bukowski podéis curarme.