martes, 14 de julio de 2015

En La Fría Vastedad Espacial

Estoy mareado y confuso mientras los motores de la nave gruñen cansados tras decenas de hipersaltos. Casi no queda combustible y la estación orbital más cercana que conozco está a cinco años luz. Miro los indicadores y ni de coña. He gastado demasiado, nos quedaríamos la nave y yo a mitad de camino rodeados tan solo de la más absoluta de las negruras. Frunzo el ceño mientras noto como las sienes me palpitan. Carraspeo y miro adelante. La única alternativa es seguir hacia adelante, hacia lo desconocido.

Compruebo los indicadores y me planteo desactivar los escudos antes de que acaben de chupar la vida de este viejo cacharro pero lo descarto. Muchos enemigos ahí fuera, incluso en estas latitudes probablemente inexploradas. Estoy sudando y además creo que consumo oxígeno más rápido de lo que debería. Pongo los motores al 75% y cierro los ojos un segundo para no ver la oscuridad que me rodea mientras la nave se queja del esfuerzo que le obligo a realizar.

Creo que me quedé dormido durante unos instantes, no sería raro tras tantas horas de viaje sin dormir, intentando escapar hasta que no hay nada más a lo que adelantar. Los cartógrafos se sentirían muy interesados en los descubrimientos que he hecho y en los que podría hacer si sobrevivo.

Los sensores parecen no indicar nada en un radio de diez años luz, así que estoy literalmente perdido a no ser que se equivoquen como han hecho otras veces. Pongo los motores al máximo y la nave llora, pero no tengo piedad. Lo siento, debo dormir un rato para sentir que lo poco que me queda de vida pasa más rápido y así conseguir que mi agonía mental termine antes.







Una explosión me despierta. Me pesan los párpados y no consigo abrirlos de todo así que hablo con la nave. La explosión ha sido fuera. Imposible. No hay nada fuera y aunque lo hubiera, el sonido no puede propagarse en el espacio.
Otra explosión.
¿Acaso si puede?
Mientras termino de despegar mis párpados acciono el freno de emergencia del cacharro sin recordar lo rápido que iba. La inercia creada por la precaria gravedad artificial hace que me abra una ceja contra el cristal del visor. Mientras me acaricio la herida sangrante termino de abrir los ojos y lo veo.
No puede ser. Es enorme.

Inmediatamente miro a los sensores, que no detectan nada. ¿Se equivocan de nuevo? Lo tengo delante y es gigantesco. Me mira desde la fría vastedad espacial que lo rodea hasta que de repente sus miles de apéndices gelatinosos empiezan a avanzar hacia mí transmitiendo un sentimiento que solo puede traducirse como furia.
Debí haberme puesto el cinturón.

miércoles, 1 de abril de 2015

Voces

Con sangre en las paredes, pistola en la mano
mi cuerpo muerto nadie vendrá a llorarlo.



El cañón del arma aún caliente contrasta con el frío destello de la bala clavada en la pared tras atravesar mi cráneo. Mi cara es solo una broma cruel de lo que una vez fue, desencajada y desfigurada por el rigor mortis que asoma. Sangre sobre la alfombra, sangre que ya nadie vendrá a limpiar. Una canción triste sonando en una radio que nadie va a venir a apagar. La inmundicia y la suciedad que me rodean ya no pueden molestarme, pronto estaré también podrido. Mi cuerpo inerte a punto de caerse de la silla sin que nadie vaya a ir a levantarlo. Es el fin, at last.


Pero las voces, las voces no cesan y aunque quedaran balas en la recámara no puedo ya volver a intentar callarlas disparando.

Las voces, oh joder, las voces.