miércoles, 2 de junio de 2010

El Silencio e Invierno Nuclear; vol 18: De Vuelta al Asunto, Parte 3

-¿Cómo coño me has convencido para subirme a un puto tejado?
En serio, se encontraban de madrugada encima de un tejado en frente de uno de los muchos locales de copas de la zona vieja de la ciudad. Llevaban así varias horas, agazapados en las sombras.
-Lo que yo me pregunto – susurró El Silencio – es cómo hemos conseguido subir aquí.
Ella rió. Ella rió y, entre el ruido normal de dicha hora y dicho lugar… alguien miró para arriba. Un escalofrío recorrió a la pareja, cuando de repente una botella se rompió en la cara del mirón. Había sangre. Y gritos. Y un tumulto. Y de repente empezaron a llover golpes por todos lados. Insultos y lo demás.
-Es la nuestra, te ayudaré a aterrizar, salta.
-Dispérsalos primero, hay demasiada gente.
-Eso me da una idea, no hagas nada, espera.
De repente el tumulto de golpes cesó. Repentinamente la gente había salido despedida violentamente contra las paredes. Nadie parecía haberse hecho daño pero, en vez de continuar la lucha, miraron a su alrededor, arriba y abajo. No vieron nada, hasta de que repente El Silencio saltó del tejado donde estaba, sujetando por la cintura a Invierno Nuclear y, cuando apenas había tocado el suelo, se elevó repentinamente para desaparecer por una de las calles que llevaban a aquel lugar. Todos se asombraron. Los héroes habían vuelto al asunto.
Ambos se sonrieron dentro de sus máscaras cuando hubieron abandonado la escena. Pero todavía faltaban unas horas para el amanecer. Era hora de desplazarse rápidamente a la zona nueva de la ciudad. Tenían que ser rápidos, precisos y omnipotentes. O al menos así es como se sentía El Silencio. Era una incorruptible fuerza del bien de la naturaleza. Debía imponer el orden y volver a ganarse el respeto de los ciudadanos.
-Bien, ya hemos vuelto. – dijo Invierno Nuclear quitándose su máscara y su peluca.
Él hizo lo mismo con su máscara, quitando además la capucha de su gabardina al tiempo que decía:
-Me encanta esta mierda. En cuestión de segundos podemos pasar de temibles fuerzas del orden a ciudadanos simples. Muy útil.
-¿Simples? ¿Te crees por encima de ellos?
-¿En una palabra? Si. ¡Corre!
Ella corrió. No sabía por que, pero corrió.
Poco antes de llegar a su destino completaron de nuevo su indumentaria. No se pararon a pensar que en aquella zona los edificios eran realmente altos y no sería fácil escalar ocho pisos para esconderse. No lo parecía, pero no dejaban de ser unos inexpertos. Ella tuvo la idea de confundirse entre la gente, guardando de nuevo parte de sus disfraces. Eso los hizo sentir muy tontos. Acababan de ponerse y quitarse unas máscaras en cuestión de minutos y eso les hacía sentirse como niños en una fiesta de carnaval. Patético, ¿verdad?
Dieron vueltas alrededor de un par de locales conflictivos, casualmente uno en frente del otro. Un par de horas más tarde, viendo que no ocurría nada fuera de lo normal, entraron en uno de ellos para tomarse algo. Si hubiesen esperado unos minutos más habrían visto estallar una bomba en el local de enfrente, pero estando dentro del otro apenas la escucharon y, al salir para ver que había ocurrido, ambos se quedaron paralizados, no por los gritos y la gente que salía ardiendo y sangrando de lo que quedaba del local, sino por unos papeles que empezaron a llover de algunas ventanas con la inscripción “¿QUÉ HACÍAN NUESTROS PROTECTORES?” en un tipo de letra impresa que imitaba a la sangre.
El Silencio se dispuso a utilizar su poder para saltar a una de esas ventanas, pero Invierno Nuclear lo contuvo. Lo importante era ayudar a aquella gente y no se había preocupado de si alguien miraba, pues se encontraba ya enmascarada. Él hizo que todos los papeles que había por allí y los que seguían cayendo saliesen disparados rápidamente en otra dirección, al tiempo que se ponía la máscara y la capucha. Carnaval, en serio, carnaval.

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