martes, 28 de julio de 2009

¡El Invierno está aquí!

Y os ruego hermanos, que miréis los que causan disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; y apartaos de ellos.
(Romanos 16:17)





Lucía Lagos: Cuando Llegó El Invierno
Próximamente...





P.D: Como me mola esto de darle bombo a mi obra.

miércoles, 22 de julio de 2009

Maestro de Sangre (1 de 2): Dame lo Mío

Desde las páginas de El Silencio e Invierno Nuclear llega…
¡¡¡MAESTRO DE SANGRE!!!

-¿Os marcháis ya?
Invierno Nuclear asintió. Claro que se iban, era tarde ya y había que volver a su propia cueva. En el rostro de Maestro de Sangre se dibujó una expresión exageradamente triste, pero de repente sonrió de una forma un tanto desconcertante y exclamó:
-¡Pues entonces debemos mantener el contacto!
Ella sonrió y le dijo que apuntase su número de móvil, a lo que nuestro excéntrico protagonista respondió:
-No te preocupes muslitos, no dejaré que se me olvide, así que dime.
Así lo hizo, y tras las despedidas de rigor, El Silencio e Invierno Nuclear se marcharon.
-Bien… A ver que hago con ese monstruo… Joder, como si yo no fuese un monstruo. ¡Buf! Esto es de coña – parloteaba en la sucia soledad de su gruta.
Se acarició la calva y salió en dirección al bar. Allí seguía aquel camarero, que al entrar exclamó:
-¡Gracias!
-¿Qué? Si yo no lo he cazado.
-Ya bueno… Pasa a la trastienda.
Ambos traspasaron una puerta que había tras la barra. Allí, entre cajas de bebidas alcohólicas, bolsas gigantes de pipas y bastantes vasos por lavar se encontraba el ser que había intentado morder el cuello de muslitos blancos. Seguía, obviamente, sin dientes. Maestro de Sangre pensó tal vez en preguntarle algo, pero inmediatamente lo meditó. No quería esforzarse en entender a alguien que no tenía dientes, así que, en vez de dirigirse a él, pidió un cuchillo al camarero. Este se encogió de hombros y salió a buscar uno, mientras él exclamaba, para si mismo o para el desgraciado que tenía atado a un gran barril de cerveza:
-¡Ahora si que si!
El camarero volvió y entregó el cuchillo a nuestro estrafalario personaje, que dio un pequeño salto, para inmediatamente después cortarse las muñecas, que comenzaron a sangrar copiosamente, al tiempo que el camarero giraba la cara, con una mezcla de miedo y asco.
-¡Dame lo mío pedazo de trozo de… hijo de puta! – Maestro de Sangre saltaba como un histérico.
De repente el ser del suelo empezó a convulsionarse. Cerró la boca instintivamente, como quien trata de reprimir las arcadas… ¡hasta que no pudo más! Su boca se abrió, y de ella surgieron al menos dos litros de sangre que se dirigieron volando como por arte de magia a las muñecas de Maestro de Sangre, donde fueron a introducirse en su agitado e inconsistente torrente sanguíneo. Una vez este macabro proceso terminó, las muñecas de nuestro divertido personaje se cubrieron artísticamente de sangre coagulada.
-¡Joder que poco! Debieron haberte cazado con el estómago lleno… ¡Quiero más! ¿Entiendes? ¡Quiero más! Yo haré algo bueno con todo este zumo de tomate.
Ambos se miraron a los ojos. Aquel asesino miraba a Maestro de Sangre con odio, y este a su vez lo miraba con la perpleja expresión de cuando esos familiares que tan mal te caen vienen de visita y no sabes como deshacerte de ellos y lo peor de todo es que deberías ofrecerles galletitas, pero no tienes así que van a mirarte mal.
-¿Y si lo llevamos a la policía? – El camarero interrumpió el ingenioso torrente de pensamientos de Maestro de Sangre.
-Supongo que es lo lógico… No tiene dientes así que no va a morder a nadie.
-Pero usted no puede presentarse así… - El camarero recorría con la mirada al protagonista, haciendo querer ver que estaba desarreglado y olía mal, pero sin querer decirlo en voz alta por miedo a que le sacase su sangre.
-¡Ja! Pues llámalos y que vengan. ¡Si yo no puedo presentarme, que se presenten ellos!



No te pierdas la continuación de este épico relato, puede que Luci… ¡Invierno Nuclear! Pasee su nevado muslamen por esta epopeya digna de los antiguos poetas grecolatinos.

viernes, 17 de julio de 2009

¿800 visitas?

¿De verdad? Joder gracias. 800 cabrones, como diría el gran Mucho Muchacho.

martes, 7 de julio de 2009

Lo divertido de la entrada de abajo es que no tiene dedicatoria para que no sepas si/que eres tú.
Déjame dormir.
Déjame...
Para no dejar de verte.

viernes, 3 de julio de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol. 9, Sangre; Parte 4: Conclusión

Sal. Aquel olor era un fortísimo olor a sal. El hombre que se les acercaba era larguirucho y parecía llevar la cabeza afeitada. Una gran herida abierta en su frente le chorreaba por el rostro, deslizándose hacia sus ropas, por su color no parecía la primera vez que ocurría esto. Aquel extraño elevó la vista y se la quedó mirando. Y volvió a reír estridentemente. Ellos dieron un paso adelante, al tiempo que el extraño exclamaba:
-¡Lucía! ¡Dame un abrazo, colega!
Ella esbozó una media sonrisa al tiempo que decía, socarrona:
-Joder, no creas que voy a tocarte, das asco.
De repente la herida de aquel hombre dejó de sangrar. Seguía tan abierta como antes, pero había dejado de sangrar repentinamente, además la sangre que chorreaba por su cara comenzó misteriosamente a retroceder hacia la herida, parecía brotar… pero al revés; una vez sobre la herida se metía dentro. Unos instantes después, cuando este proceso terminó, el hombre exclamó:
-¡Ven aquí!
Lucía y ese fenómeno se abrazaron y cuando se separaron ella le dijo:
-Estoy en misión… ya sabes.
-¡Ah! Si, si. ¿Aún sigues siendo Invierno Nuclear? Noto tu uniforme algo cambiado.
Ella contestó:
-Bueno… ahora huele un poco peor. – Sonrió – La verdad es que mi disfraz se compone ahora tan solo de la peluca y la máscara.
-Ya veo… ¡Pero esos muslos blancos como la nieve tuyos siguen medio al aire! – Dijo mientras la recorría de arriba abajo.
El hombre de la gabardina, que había venido con ella dio un par de pasos hasta ponerse en frente de aquel tipo y susurró, en tono amenazante:
-No te pases.
Ella los miró a ambos, y dirigiéndose a su reencontrado colega preguntó:
-¿Te acuerdas de…?
-¡Ah si! – Interrumpió, tendiéndole la mano, que él estrechó.
El extravagante personaje los invitó a pasar al lugar de donde había salido. Era la versión bizarra de un cuarto. Tenía una cama, una pequeña nevera, un ventilador y sangre por las paredes. Los invitó a sentarse en la cama, pero prefirieron quedarse de pie, así que fue él el que se echó.
-Bueno… ¿Y qué haces por aquí?
-Verás Luci… ¡Invierno Nuclear! ¿Recuerdas el refugio? – Ella asintió – Pues al final nos encontraron. Todos tuvimos que irnos, y yo vine a parar aquí. Últimamente estaba tratando de dar caza a un ser que se alimenta de sangre. ¡Sangre! El muy cabrón quería quitarme el negocio de mala manera o algo, ¿sabes?
-Pues ya lo hemos cazado nosotros. – Dijo aquel hombre, callado por lo general.
-¿Si? ¡Me alegro! Aunque supongo que era cuestión de tiempo, después de evacuar el pueblo ese bicho tenía que perder el control en algún momento.
Ahora entendieron por que no habían visto a nadie en el lugar, a parte del camarero.
-Hay un camarero…
-¡Ah, si! Un hombre de mi confianza, esta ahí para tenderle una trampa. Un plan complicado, ya sabéis.
Invierno Nuclear se rió y dijo:
¿Sabes que suenas como un mafioso con lo del “hombre de tu confianza”?
Se rieron. El no; sino que preguntó:
-¿Sigues haciéndote llamar Plasma?
-¡Que va! Dios, ese nombre era jodidamente horrible. – Se levantó de la cama, y continuó hablando, con gran ceremonia – Agarraos, tenéis ante vosotros a… ¡Maestro de Sangre!
Invierno Nuclea se echó a reír como una loca.
-No me digas que no impone…
Después comenzó una animada charla entre los tres, hablando un poco de todo, pero antes de eso Maestro de Sangre le devolvió la pregunta:
-¿Ya has escogido un nombre o sigues en blanco?
-La prensa me llama El Silencio.
-¡Ja! Creo que puedo imaginarme la razón.
-Supongo que ese es ya mi nombre.
-Oye, – Intervino ella, al tiempo que se quitaba la peluca - ¿sabes algo del resto de la gente del refugio?
-Pues…
-¿Qué refugio? – Preguntó El Silencio, intrigado.
Invierno Nuclear se apresuró a responder:
-¿No lo recuerdas? Antes de vivir en la cueva estaba en una gran fábrica abandonada, con varias personas malditas… Allí conocí al colega aquí presente – Lo señaló – y a algunas personas peligrosas como yo o despreciadas por la sociedad…
-¡A mí me llamaban loco! – Chilló Maestro de Sangre, dejándose caer violentamente sobre la cama – Pero había algunos cuyas habilidades incluían una… manifestación física… ¿Se dice así? Pues eso, que resultaban desagradables a los ojos de la gente común, como La Voz, Dragón, Gélido…
Invierno Nuclear se sobresaltó:
-¡Gélido! ¿Sabes algo de él?
-¡Oh, si! Nuestro querido y blancuzco colega está de aventura por África. ¿Recuerdas su teoría sobre las personas especiales?
-Era muy poética, sinceramente, aunque yo no crea en eso. – Se giró hacia su pareja y explicó – Resulta que Gélido pensaba que la gente… como nosotros tenía una misión que influía sobre el orden del universo o algo así, decía que todos éramos importantes por algún motivo que debíamos averiguar.
- Si pues – continuó el rapado personaje – parece que empezó a creérselo demasiado. Para resumir, se montó un culto, una especie de secta y se largó a predicar a África.
-Bromeas…
-¡Que va! Se largó casi con lo puesto, un día antes de que llegasen a echarnos de allí, casi como si lo supiese. Joder, la habilidad del colega… Ya sabes, si le daba para enfriar un refresco ya era mucho, pero él creyó tener un destino superior o algo.
Ella estaba a punto de decir que le sorprendía. Pero Invierno Nuclear no miente a sus antiguos amigos, así que dijo:
-Creo que se sentía muy desplazado. Es decir, con esa fina capa de hielo sobre la cara no podía moverse por la calle sin que se parasen a mirarlo…
-Vamos, que le pegaron en el colegio. – Interrumpió El Silencio, con muy poco tacto.
-¡Claro! – Prosiguió ella – Por eso quería creer en algo que le permitiese seguir adelante. Tus habilidades pueden ayudar a la gente, las mías solo sirven para destruirla… Pero la de Gélido ni para eso. Ni para bien ni para mal se sentía importante.
Maestro de Sangre estalló en una risa histérica y dijo:
-Joder, pues ahora un montón de congoleños están encontrando su destino en el cosmos.
La conversación siguió una media hora más, hasta que derivó al tema que había traído a la pareja protagonista hasta aquel sórdido lugar. Querían saber de donde había salido aquel ser. ¡Y su anfitrión tenía las respuestas al lado del ventilador! Cogió una libreta y un par de blocs de notas y se los pasó, al tiempo que decía.
-¡De aquí! ¡El muy cabrón salió de aquí! Por lo que pude entender de esas notas esto fue una especie de laboratorio secreto clandestino, algo salió mal, el tipo se cargó a sus “padres” y salió a por más. No sé donde está todo el instrumental de investigación, solo encontré esos papeles que no entiendo y a ese vampiro comiéndose a la gente. Evacué a la gente, urdí mi plan y esperé.
-¿Puedo llevarme los papeles? Tal vez entienda algo. – Dijo ella, y su colega asintió.
-¿Qué harás con él? – Una pregunta muy sensata, formulada por El Silencio.
-Oh mierda, mi plan solo incluía capturarlo. Pues no sé…
-Pero fuimos nosotros quienes lo capturamos.
-Ya bueno… ¿Qué más da?
Era un asunto ciertamente peliagudo, que requería una solución bastante inmediata así que…

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