jueves, 29 de abril de 2010

El Silencio e Invierno Nuclear; vol.17: De Vuelta al Asunto, Parte 2

Carlos estaba parado en frente a la cueva cuando Lucía llegó. Al verla la saludó:
-Has tardado.
Ella suspiró; cerró los ojos un par de segundos, inspiró, expiró y volvió a abrirlos diciendo:
-Vivimos en una puta cueva en medio del monte, claro que he tardado.
-No porque yo quiera, te recuerdo.
Ella bajó la vista un momento y luego le preguntó:
-Bueno… ¿Qué querías?
-Hoy es viernes. – Ella lo miró, interrogante – Es viernes y hace buen tiempo. Alguna bulla habrá, digo yo.
-Espera… ¿Estás hablando de patrullar como policías o algo hasta ver alguna pelea que detener?
Él asintió enérgicamente y enseguida empezó a soltar un rollo sobre que debían dejarse ver y hacer algo para recuperar la atención de la gente y su cariño; gente que debía sentirse protegida por ellos o algo así. Hablaba, en definitiva, de volver al asunto. También explicó que así tal vez llamasen a atención de Los Veladores y su guerra podría empezar. A continuación volvió al tema de la gente de la calle, gente normal y seguramente inferior a ellos, que no debía sufrir ningún daño colateral por culpa de su guerra y como evitar eso…
-Y bueno… A ti te llaman El Silencio, ¿verdad?
Él se calló de repente y la miró con una expresión grave, expresión que cambió de inmediato cuando exclamó:
-¡Soy El Silencio! Pasa y vístete, entrenaremos un poco o algo hasta la noche.
-Joder, acabo de subir una puta montaña como quien dice. Estoy cansada, ¿cómo voy a entrenar ahora? Mira, me voy a leer, ya me avisarás cuando quieras hacer eso que hacemos, ¿vale? – Dijo esto mientras se adentraba en la cueva.
Carlos se quedó allí un momento mirándose de arriba abajo. ¿Por qué Invierno Nuclear le había hablado así? Era extraño, sin duda. ¿Sería por no llevar su uniforme de trabajo, por así llamarlo? Asintió para sus adentros mientras se metía en la cueva. Allí se encontró con su pareja leyendo un libro bastante voluminoso. Pasó de preguntarle de que trataba; esas conversaciones siempre terminaban con ella intentando convencerlo de que leyese tochacos enormes. Lo peor de todo es que a veces lo conseguía. Tenía que ganarse de nuevo la confianza de toda una puta ciudad mientras empezaba una guerra, no había tiempo de leer realismo. Y todo durante el Xacobeo. Eso le dio una tremenda idea. Se dirigió a donde guardaba su uniforme y lo contempló. Era negro y precioso, como debe ser el alma de una mujer fatal o algo así. Y podría ser una especie de atracción turística que atrajese a mucha gente dispuesta a despilfarrar en la ciudad. Tenían que salir ya.
-¡Suelta eso y vístete pero ya! – Gritó desde el cuarto.
Ella, callada, dejó el libro sobre la cama, se incorporó y se dirigió hacia Carlos, que ya se estaba enfundando en su gabardina negra y buscando con la mirada una goma sin usar para la máscara de plata. Debía haber alguna por el suelo.
-¿Sabes? Me duele un poco la cabeza. – Se quejó ella.
-Eso me suena a excusa para no follar, cariño.
-Ya tenemos una muy grande, no necesito que me duela la cabeza.
-Y yo acabo de tener una gran idea.
Carlos procedió a relatar todo el torrente de pensamientos arriba escrito. Ella supuso que, ya que iban a hacerlo, debían hacerlo bien. Supuso que la idea no era mala del todo, con tanto turista y demás, si su presencia era vista por la gente y tal vez por alguna institución como beneficiosa y única, tal vez serían una excusa más para atraer turistas. Más turistas. Horrible. Pero bueno, al menos ya tenían lo de única, falta ahora que se vean como algo beneficioso…

viernes, 9 de abril de 2010

Nunca he llegado a decidir del todo si lloro de felicidad o de pena cada vez que escucho a Louis Armstrong diciéndome que el mundo es wonderful.

Nunca he llegado a decidir del todo si lloro de felicidad o de pena cada vez que escucho a Bob Marley diciéndote que todo va a estar all right.