martes, 17 de febrero de 2009

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.3: Una Mujer y su Whiskey

Se diría que ella era la típica chica que nunca pisaría un local como ese. Era guapa. Muy guapa; y estaba en el típico bar donde los hombres eran por lo general muy feos. Y eso solo mirando el exterior; el interior de algunos mejor ni imaginarlo. Llevaba unos minutos sentada en uno de los taburetes de la barra. Intentaba terminarse rápido su whiskey mientras veía como aquellos tipos parecían pensarse todos a un tiempo si abordarla y hablarle, seguramente de tonterías destinadas a engatusarla y llevársela a la cama. Se reía por dentro.
Miró hacia un lado y no pudo evitar, nunca puede, leer por encima del hombro el periódico que sostenía aquel hombre sentado a su izquierda.
-¿Le interesa? – Preguntó el hombre, volviéndose para revelar una cara llena de cicatrices.
-Bueno… Es un tema curioso lo de esos héroes, ¿no cree?
-¿De verdad cree que son héroes? – El hombre había cambiado de una expresión amable a una casi amenazante.
-Quizá tenga razón, si fuesen héroes no habrían estado cinco años a saber donde desde su primera aparición.
Con un gesto violentamente rápido, aquel hombre se inclinó hacia ella y señalando su cara y levantando ligeramente la voz exclamó:
-¡Yo estuve en ese banco!
El tiempo pareció detenerse en aquel antro y cuando volvió a avanzar todas las miradas se dirigieron a aquel hombre y a ella.
-¿Sabe de qué son estas cicatrices? Cuando aquel pirado disfrazado y su amiga entraron allí y salimos despedidos por los aires, cuando caímos, unas cristaleras cayeron también con nosotros…
-No me sorprende.
-¿Qué?
-Bueno… Si ese hombre pudo lanzarles por los aires a todos, también pudo haber roto unos cristales, ¿no? De todas formas, es su problema por atracar un banco.
El hombre bajó la cabeza, cerró su periódico bajo el brazo, se levantó y se dirigió a la puerta, justo antes de salir la miró y dijo:
-Usted no sabe lo que puede hacer un hombre desesperado.
Ella se encogió de hombros y se terminó el whiskey. Sabía que no volvería a ser bienvenida en el lugar. Cuando pidió la cuenta el camarero se le acercó desde el otro lado de la barra y le susurró:
-¿Sabe qué? Nunca quise que a mi local acudiese gente de esta clase.
-Ya bueno… No pasa nada.
-¿Sabe qué? Invita la casa.
-Oh, no. ¿Por qué?
-Sus ojos.
Ella se ruborizó un poco y bajó la mirada diciendo:
-Bueno… No hacía falta pero gracias.
-Y ahora perdone si soy algo impertinente, pero me gustaría tomar un café caliente con usted. Cierro en diez minutos, ¿qué le parece?
Ella se sorprendió. Normalmente los hombres se sentían intimidados por su belleza, con lo cual no recibía invitaciones como esa muy a menudo, así que decidió seguirle el juego:
-Bueno, ¿y por qué no podemos tomarlo aquí a solas cuando cierre?
-Pues… Creo que la calefacción está fallando, ¿no lo nota?
-Si… Iré a mirar unas cosas por ahí, volveré en diez minutos.
Salió pensando que aquel camarero rubio era lo único hermoso dentro del local. En realidad no tenía nada que mirar. No es de las que mira escaparates. No es que no vista elegante, tan sólo es que sabe lo que quiere. Cuando necesita ropa va y la compra, sin más.

Unos veinte minutos después ella caminaba al lado del camarero por un callejón oscuro. Charlaban mientras amenazaba con llover.
-Bueno… ¿Y qué opina usted de ese asunto de la pareja disfrazada?
El camarero se encogió de hombros y dijo, sin demasiado entusiasmo:
-Parece que desde hace unos días solo se habla de ellos. La mayoría de mis clientes están bastante disgustados…
-No he preguntado que opinan sus clientes, sino que opina usted.
-Supongo que opino lo que cualquier persona de bien en esta apestosa ciudad.
Ella lo miró fijamente, pidiendo una respuesta concreta con la mirada. El hombre se sintió algo incómodo y lo demostró desviando su mirada de la de ella y preguntando:
-¿Por qué le interesa tanto?
-No sé… Es un asunto nuevo y curioso y… soy una chica curiosa a la que le van las novedades.
- Las curiosidades y el whiskey, porque vaya rapidez – Rió él.
-No se meta con quien le da de comer.
-¡Pero si la he invitado! – Exclamó el camarero, divertido.
-Bueno, pero yo tenía la intención de pagarle. En serio, ¿qué opina?
El camarero se paró en seco y dijo muy serio:
-Esto no me gusta, ¿es una encuesta?
-No, no… Es solo que…
-Mire, - Le sujetó los brazos y le miró directamente a los ojos – mi opinión es que esta ciudad apesta a mierda y lleva esperando mucho a que alguien se digne a tirar de la cadena, pero, ¿sabe qué? Parte de esa mierda apestosa es la que me da de comer en realidad, y no una niña bien que aparece con ese vestidito y esa sombra de ojos en mi local por primera vez y seguro que no volverá a aparecer por allí.
Ella se quedó algo petrificada. Aquel hombre parecía tener miedo de los tipos a los que servía cerveza a diario, pero también los veía como su único sustento, así que los necesitaba en las calles y no saltando por los aires.
-Perdone…
-¿Y sabe qué? – Preguntó alterándose por momentos – Alguna de esas ratas de cloaca me caen bien. Son mis amigos y no me gustaría que a ningún gilipollas que cree que es carnaval todo el año se le vaya la cabeza y los mate.
-Hace tres días un tío entró en la joyería de un anciano acompañado de un calibre 45, ¿de dónde coño las sacan?, – Ahora ella también estaba enfadada, parecía incluso más guapa – con el objetivo de pintar la pared del local con la materia gris del viejo si este no llenaba una bolsa del supermercado de al lado con varios kilos de oro. En definitiva, había venido a joderle a ese hombre su negocio y su vida. – Mientras ella hablaba el camarero había comenzado a carraspear y luego progresivamente a toser – Pues bien, parece que alguien ha venido a joderte el negocio.
El pobre camarero había comenzado a toser violentamente, dentro de poco tendría que empezar a luchar por mantenerse en pie, pero mientras consiguió decir:
-Yo… No soy como ellos… No puedo saber lo que hacen fuera de mi bar… - Y entonces cayó.
Ella se puso en cuclillas para darle la última réplica; él, tras haber comenzado a temblar, se había colocado en posición fetal. Ella se lo pensó mejor, se incorporó y se despidió diciendo:
-Bueno, supongo que cada uno tiene sus opiniones, lo siento. Adiós.
Con estas palabras se dio la vuelta y avanzó por aquel callejón, dejando a aquel pobre camarero temblando como un bebé en la nieve, aquel hombre que la había hecho plantearse muchas cosas en tan solo unos minutos. ¿Y si lo que se proponían emprender no estaba bien? ¿Y si había una manera mejor de hacerlo? Bueno, de todas formas la había abordado cual quinceañero en celo, y ella ya tenía pareja desde hacía algún tiempo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario