miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un poco de Romanticismo... (ya era hora en un blog con este nombre)

Los truenos de la irrepetible tormenta reflejaban su dolor. Olor a lápidas y cipreses mojados fluia en el nocturno ambiente del camposanto de aquel monasterio derruído. Él, pistola en mano, suspiraba y maldecía a los cuatro vientos, con gritos más poderosos que el martillo de Thor y más agudos que el batir de alas de Mercurio. No entendía del todo el por que, pero había sangre en sus manos. Y debía pagar. En un ataque de ira había asesinado a aquel hombre que tanto lo odiaba. Llegó a creerlo correcto, hasta que ella se marchó a llorar desconsolada la tumba de su padre. Ahora él está solo en en cementerio de este monasterio grande y decrépito, gritándole a la misma lluvia y contemplando el mar embravecido contra las afiladas rocas en frente suya. Así que sostiene la pistola frente a su sien, invoca en susurros el nombre de su amada perdida.
Y muere.

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