miércoles, 20 de octubre de 2010

El Silencio e Invierno Nuclear, vol.21: Toda la Mierda se Rompe

Fe de erratas del Especial vol. 20: Tirando para el final se menciona que la cortina de la puerta donde trabaja Lucía Lagos es verde. Esto es total y absolutamente falso, es azul. Ya sabéis, el sitio existe en la vida real. Y ahora disfrutad del nuevo volumen. O no, porque van a pasar cosas chungas.
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-¿Qué coño estás haciendo? – Chilló furiosa a su móvil, mientras se apresuraba a salir del hospital para escuchar mejor. – No me vengas con tus excusas de mierda, tenemos que hablar ya, ¿entiendes? Quítate ese disfraz de mierda y vente a la cueva, estaré allí.
Intentó escuchar, en serio, pero no pudo soportar lo que él tenía que decirle. Podía darle las vueltas que quisiera, pero aquello no estaba ni remotamente bien, así que más tarde se encontraba muy seria y enfadada, de pie delante de Carlos, mientras él, que se había arrojado pesadamente sobre un sofá, le preguntaba con desgana:
-A ver, ¿qué quieres que te diga?
-¿Cómo? No me jodas, destrozaste a aquel pobre tipo y lo sabes. Eso no está bien.
Él se levantó con una rapidez de lo más furiosa y se propuso a recitar más o menos su discurso de siempre, ese que se cree totalmente:
-¿Sabes lo que no está bien? No está bien atropellar a alguien y largarse así por las buenas. ¿Y sabes qué? Soy un puto superhéroe. ¡Mi trabajo es hacer que eso no pase!
Incluso dentro de aquella cueva empezó a arremolinarse ceniza y a levantarse un viento helado tras esa respuesta. Carlos, El Silencio, se volvió a sentar, esta vez más arrebujado en el sofá, mientras ella se remangaba la bata del hospital que todavía no se había quitado y respondía:
-¡Tu trabajo es vigilar cámaras de seguridad en casas!
-Luci, para de gritar o la vamos a tener.
-¡Ya la estamos teniendo! No puedes destrozar así a la gente, ¿por qué no lo cogiste y lo llevaste a la policía o algo?
Él, cada vez más apretado contra sí mismo y sintiendo cada vez más frío, contestó:
-¿Si? Vale tía lista, si voy a la policía me pillan. No queremos eso, ¿verdad?
Ella rió, no sabía si de indignación o de que realmente un comentario tan carente de lógica como ese le había hecho gracia y dijo, con la voz mucho más calmada, haciendo un grandísimo esfuerzo para no calentarse más, sin saber si era porque se estaba asando en su propia piel o para no producir algo en el ambiente de lo que podía arrepentirse más tarde:
-Bueno… Tú lo dices siempre, ¿no?
-¿Qué? – Replicó Carlos sin comprender.
-¡Que eres el puto Silencio! ¡Nadie puede cogerte!
-¿Por qué lo dices como si fuese un insulto?
De repente todo el remolino de cenizas que se había estado formando alrededor de ambos y, en parte el frío, cesó. Lucía se puso en cuclillas, cerca de las rodillas cruzadas de Carlos y dijo, casi susurrando:
-Porque eres tremendamente peligroso, y parece que no te das cuenta de lo que puedes hacer.
Entonces, con uno de esos tonos bajos de voz que denotan una velada amenaza afirmó:
-Soy totalmente consciente de lo peligroso que soy. Totalmente. Esa es la idea.
Ella no pudo más, se levantó de golpe y le gritó:
-¡Vete a la mierda!
Tras gritar eso, Lucía Lagos, Invierno Nuclear, se quedó petrificada. No sabía que iba a pasar a continuación, solo sabía que no iba a gustarle. Él se levantó de un salto, mientras hacía que ella saliese disparada violentamente contra una de las paredes de la cueva y gritaba, con lágrimas en los ojos:
-¡No, vete tú a la mierda joder! – Y diciendo esto utilizó su poder para salir rápidamente de la cueva.
No se hizo mucho daño, no físico al menos. Pero se quedó allí tirada de cualquier manera. Se quedó quieta, muy quieta. Quería gritar hasta desfallecer, pero se limitó a llorar en silencio, como tantas otras veces. Por primera vez en su vida tenía miedo de él. Miedo era poco en realidad. Estaba aterrorizada por lo que pudiese hacerle a ella, pero sobre todo por lo que pudiese hacerle a toda la ciudad. Se maldecía a sí misma por haber discutido con él, por haberse enfadado tanto. Se debatía. Por una parte querría volver atrás inmediatamente para no haberle gritado así, pero por otra parte sentía que había hecho lo correcto. Nunca se había sentido tan rara en su vida. Ni siquiera la primera vez que se disfrazó con aquella peluca y aquella máscara de mierda. Tras unos minutos comenzó a sollozar, sintiéndose cada vez más y más rara y estúpida, mientras temblaba levemente. Lucía Lagos, Invierno Nuclear, se sentía sola.

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