viernes, 18 de febrero de 2011

Infección

Relato inspirado por un dibujo de la siempre simpática Itziar Chao (http://tintaenmisvenas-itziar.blogspot.com/).
(¡Eres muy muy grande, personita!)






Nadie recordaba ya la época en la que se había edificado el conjunto de edificios conocido popularmente como Black Complex, pero sus altas torres y sus chimeneas que nunca habían expulsado humo alguno seguían intrigando a la población de Low Hill. ¿Qué secretos se ocultaban tras esa miríada de ventanas tintadas de curioso azul? ¿Por qué cada mañana unos cuantos cientos de hombres y mujeres llegaban de fuera del pueblo y se encerraban allí hasta bien entrada la noche, para luego irse como habían llegado?

Shane Wayne había estado estado atosigando durante todo el día con estas y otras cuestiones a su amigo Peter Usher hasta que este lo había mandado a la mierda. "Black Complex está ahí y punto, no pienses más en ello", le había dicho su amigo antes de inventarse una excusa estúpida para largarse cuando, sin querer queriendo, Shane había dirigido su mútuo paseo hasta la plaza central en torno a la que se erigían aquellos mastodónticos edificios.

La plaza no era sino un espacio blanco y rectangular, en el que Shane siempre acababa sus paseos sin saber muy bien la razón. Aquel lugar era tan diferente al resto del pueblo que parecía hechizarle. Un poco más abajo, realmente cerca de Black Complex, no había nada ni nadie que pudiera sorprenderle. Todo era rutina y caras demasiado conocidas como para querer seguir viéndolas. Todo era agónico aburrimiento para Shane en Low Hill. Todo menos Black Complex. Aquellos edificios eran un tangible misterio, forjado en alguna extraña clase de metal y cristal azul y eran, en el fondo, lo único que le ataba a aquel horrible pueblo.
El que parecía ser el edificio principal era el que más intrigaba a Shane. Se hallaba custodiado por los dos edificios más altos y, sin embargo, era el más bajo de todos, con tan solo un par de pisos de altura mientras que los demás parecían tener cientos. Tenía grandes puertas de cristal a las que no importaba cuanto se arrimase Shane... No se veía nada del interior por culpa de aquellos cristales. Tenía también un par de balcones, uno en el segundo piso, acompañado de una gran ventana, y otro en la azotea. Por detrás de ese balcón se podían ver varias de las chimeneas con las que contaban todos los demás edificios.
Estas chimeneas eran la parte más intrigante del conjunto. ¿Por qué estaban allí? Shane se quedaba mirándolas, a menudo durante horas. Nunca salía nada de ellas. O al menos nunca había salido hasta ese día...

Shane contempló, alarmado sin saber el motivo, como un hilillo de humo verde comenzaba a surgir de esas chimeneas. Poco a poco ese hilillo se iba convirtiendo en una humareda verde que, de no ser porque sabía que era imposible, Shane Wayne hubiera jurado que se trataba de una extraña especie de humo gelatinoso.
Antes de que Shane hiciese ningún movimiento, los cristales de las puertas del edificio principal comenzaron a agrietarse hasta que uno de ellos estalló. Shane se sobresaltó al ver surgir de la puerta a varias personas que correteaban enloquecidas, al tiempo que sangraban por ojos, nariz y boca. Algunos de ellos además parecían haberse autolesionado, pero lo más extraño de todo es que de algunos de ellos surgía también aquel extraño humo verde y gelatinoso que no paraba de salir de todas y cada una de las chimeneas de aquel extraño lugar.
Un hombre recién salido del edificio consiguió reunir la suficiente cordura para dirigirse corriendo hacia Shane al tiempo que balbuceaba algo que solo podía entenderse como "saque a los niños, Wayne".
Shane por fin pudo ver el interior de Black Complex cuando entró allí, al tiempo que la gente de dentro luchaba por salir. Allí dentro no había nada a parte de caos, muerte y ese maldito humo verde. Comprendió inmediatamente lo que era, tanto él, como Black Complex, como, por supuesto, el humo verde. Lo comprendió todo, así que no perdió tiempo en reunir a aquellos pobres niños que luchaban para no ahogarse con su propia sangre. Cogió a uno de ellos en brazos y, tras comprobar que los demás todavía podían andar, les indicó que le siguiesen rápidamente al exterior.

Mientras aquel niño moría vomitando sangre y ahogando sus ojos con lágrimas igualmente sangrientas mientras su cuerpo parecía vaciarse de aquel humo, Shane Wayne no pudo hacer más que horrorizarse al mirar al horizonte y ver como aquel horrible y gelatinoso humo verde estaba ya llegando a las afueras de Low Hill...

Y así, tanto sus temores como su deber se vieron confirmados.

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