domingo, 29 de julio de 2012

El Silencio e Invierno Nuclear, Especial vol.30: Contraataque, Conclusión: No Hay Nada


El cuerpo sin vida de Maestro de Sangre seguía allí. Luci deseaba que de un momento a otro se levantara como si nada e incluso por la mente de Carlos, El Silencio, pasaron pensamientos parecidos. Pero no, Maestro de Sangre no iba a levantarse.

-¿Esto es todo? ¿Puede morir así? - Preguntó él.
Lucía Lagos no contestó. Estaba paralizada. Le paralizaba la muerte de su amigo, le paralizaba lo que Los Veladores podían hacer y le paralizaba lo que ella misma estaba haciendo. Allí hacía mucho, mucho frío y sabía que era culpa de ella. Debía calmarse pero no sabía como.
-¿Qué hacemos ahora? ¿Por dónde seguimos?
Ella le miró con los ojos empañados por las lágrimas y gritó:
-¿El gran Silencio no tiene todas las respuestas? ¡No me jodas, tenemos que llevar el cuerpo al Refugio, tenemos que ver si todos están bien y tenemos que matarlos a todos!
-¿Matarlos...?
-¡Si, joder! - Chilló mirando de reojo al cuerpo del Velador, al que seguidamente escupió.
-¡El Refugio tiene que estar entero y tenemos que buscar lo que has venido a buscar!
Era cierto. Lucía había olvidado que había ido allí a buscar algún tipo de documento o pista de su pasado que le ayudase a entender sus poderes para poder parar toda la catástrofe que había creado.

Abrieron todos los cajones que pudieron encontrar en el piso pero no encontraban nada reseñable. No había ni partida de nacimiento, ni documentos sobre una posible adopción. De alguna forma parecía que el pasado de Luci Lagos no existía. Pero tenía que existir. Buscaron más, releyendo cada trozo de papel que encontraban y nada parecía arrojar la más mínima luz sobre los poderes de Invierno Nuclear hasta que Carlos encontró en la habitación contigua una página de un diario de la madre de ella. Era un fragmento breve, triste y amargo que Lucía le arrancó de las manos en cuanto vio su expresión de desconcierto. Leyó apresuradamente mientras el calor crecía dentro de ella y, por lo tanto, el frío crecía en el edificio:
-Ha pasado ya un año desde que la sacaron de aquel basurero y no hay rastro de los padres biológicos de Lucía, que ahora tal vez tenga unos cinco o seis años. Van a ser prácticamente imposibles de encontrar pero no es eso lo que me preocupa. Serán imaginaciones mías pero me parece que siempre que estoy cerca de ella tengo más frío de lo normal y sufro ataques de tos. Sé que no es culpa suya que me sienta así pero me doy cuenta de que no me apetece cuidarla tanto como hace un año.

Ella se quedó paralizada. Lo entendía casi todo. Estaba allí de acogida y había matado sin querer a la gente que la cuidaba. Parecía que el dolor y la muerte la llevaban acompañando ya desde pequeña pero, ¿por qué la habían abandonado sus padres? ¿Sabrían algo de la maldición que eran sus poderes?
-¿En qué piensas? - Preguntó él, interrumpiendo su línea de pensamiento.
-El Silencio no puede callarse, ¿verdad?
-Pero...
-¡Cállate la puta boca!
-Joder, ¿por qué coño te pones así? Leíste esa mierda, vale, ¿y qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Por dónde vas a buscar? ¡Cálmate de una puta vez y todo esto se terminará!
-¡Nunca se termina, joder! ¡Se terminará y ocurrirá de nuevo! ¡Y tú no ayudas una mierda! Me voy a beber algo por ahí... - Espetó levantándose y dirigiéndose a la salida.
-¡Espera, no puedes salir ahí fuera!
Ella ni le miró ni le respondió, simplemente salió de allí tras pegar un portazo y bajó los cuatro pisos corriendo por las escaleras. Cuando salió se encontró con el mismo paisaje desolador que cuando entró. Casi no se veía el Sol, había nieve y viento por todas partes y las calles estaban desiertas. Caminó sin rumbo comprobando que la evacuación parecía total. Se podría saquear cualquier bar o cualquier tienda pero realmente no quería hacerlo aunque, que coño, el mal ya estaba hecho. La ciudad estaba destrozada, habría gente muerta o muy enferma por su culpa y robar una botella de whisky de cualquier lugar no iba a empeorar las cosas.
Caminó pesadamente por una cuesta hasta entrar por una galería al que había sido su bar favorito. Estaba igual que siempre, con la puerta abierta y sin nadie dentro. Pasó al otro lado de la barra y abrió una botella. Por alguna extraña razón salió de la barra y se sentó en un taburete. No había necesidad de hacerlo pero lo hizo igualmente. Comenzó a beber de la botella preguntándose cuando había empezado todo a ir mal, cuando, exceptuando obviamente su infancia, había perdido el control de sus terroríficas habilidades. No le costó mucho llegar a la conclusión de que todo era culpa de El Silencio. Hasta que conoció a Carlos ella nunca había utilizado sus poderes, al menos no conscientemente. Los escondía, aunque poco antes había empezado a trabajar y, llevada por la rabia, había empezado a envenenar radioactivamente a los violadores de su consulta. No sabía por que pero sentía una extraña paz interior cuando lo hacía. Eran bestias que no se merecían un trato mejor, creía ella sin saber exactamente por que. Rápidamente su mente regresó a Carlos. Carlos que se había presentado hacía ya tantos años como una especie de salvador, casi como el superhéroe que  hace cinco años empezó a creerse que es. Pero no es nadie. Ya no.

Mientras Luci bebía y pensaba, Carlos seguía allí. Quería seguirla, quería detener todo ese caos y quería ser el héroe pero no sabía como hacer ninguna de las tres cosas así que estaba en una vivienda que no era suya con dos cadáveres y sin saber que hacer. No tenía que temer a la policía. En la ciudad ya no había nadie. No creía que lo que dijo aquel hombre de curiosa pajarita fuese verdad. Los Veladores tenían una forma muy cuadriculada de ver la vida así que era imposible que hubiesen vuelto a destruir ese Refugio porque para ellos es como si no existiera. Esa forma de pensar era su único punto débil pero, ¿cómo usarlo? Tenía la mente casi en blanco y no podía pensar, si es que alguna vez pudo. Tal vez todo era un error. Tal vez El Silencio e Invierno Nuclear eran un error. Era su idea y había llevado a eso aunque ellos no hubiesen empezado así que se preguntó si eran realmente necesarios. Es cierto que habían salvado unas cuantas vidas pero también habían destrozado muchas otras, incluso las de ellos mismos si hacía caso a lo que Lucía siempre decía. ¿Pero por qué iba a hacerle caso a ella? No iba a volver. No esta vez. Tendría que ser él solo quien arreglase la ciudad. Debía encontrarla y calmarla como solo él podía, así que rápidamente salió a buscarla con la esperanza de hacerla reir para que se volviese a apreciar bien el Sol en el cielo.

Se había acabado casi la botella de aquel whisky de garrafón cuando vio a Carlos entrar en el local y decir entre jadeos:
-Sabía que estarias aquí.
-¿Entonces por qué has tardado tanto? Venga no me jodas...
-Porque...
-¡No tienes respuestas y nunca las tuviste, ahora me doy cuenta! - Dijo levantándose.
-No grites, por favor...
-¿Qué coño importa si grito o no?
-Hay que parar todo esto y puedes hacerlo.
-Si. Me largaré de la ciudad. Es más, me largo ya mismo. - Dijo, cabizbaja, arrojando la botella al suelo y dirigiéndose a la salida.
-Pero entonces...
-Entonces tal vez esto pase. Me buscaré la vida por ahí, lejos de esta zona catastrófica. Jamás volveré a llevar esa peluca de mierda ni volveré a hacer el gilipollas disfrazándome para ser alguien que no quiero ser.
-Lo entiendo, puede ser buena idea, vamos.
-Vete a donde quieras. - Y salió del bar en dirección a las afueras de la ciudad.
Carlos la siguió mientras ella trataba de acelerar el paso.
-¡Espera! Voy contigo.
Lucía Lagos se paró en seco, se dio la vuelta y pronunció un sonoro:
-No.
-¿Cómo que no? ¿Por qué no?
-Porque no hay nada.

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Y así termina, tras tantos meses de espera, este capitulo en la vida de El Silencio e Invierno Nuclear. ¿Por qué termina así? No lo sé. Tal vez perdí totalmente la inspiración en lo que respecta al tratamiento de estos personajes y ya no tengo a nadie a quien agradecerle nada, al contrario que en los dos especiales anteriores.
En este final los héroes no acaban de resolver realmente el problema. De hecho no resuelven nada y al final hay el mismo caos, la misma muerte y la misma desesperanza que al principio pero tal vez, como podría decir Luci, solo pretenden ser héroes pero en ningún momento lo fueron. Creo que este clima trágico es lo que siempre intenté conseguir con esta historia y así queda reflejado en este capítulo final de la saga.
Tal vez os preguntéis si esto va a continuar, si podréis leer más desventuras de El Silencio e Invierno Nuclear. Lo único que puedo responder a esto es que todavía no están muertos.

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